Se debe enseñar a los hijos y alumnos la útil disciplina de la elección correcta, que muchas veces pasa por el sacrificio: que se den cuenta por experiencia que es muy bonita la teoría de la tan manida frase que aprenden de los liderillos de turno: “dejadme que me equivoque por mi mi mismo”, pero en la práctica es mas duro de lo que suponen, y casi el 100% de ellos/as, una vez pasado el trago, confiesan – si no son demasiado orgullosos – que hubiesen preferido no tener que padecer las malas experiencias, aunque serán muy pocos los que reconocerán que sus padres tenían razón. Pero es mas por frustración y altanería que por convencimiento.
Todo lo que antecede es a modo de introducción de una noticia que no nos extraña nada, habida cuenta de que los niños se vuelven díscolos cada vez a mas temprana edad, y lo raro es que una mayor cantidad de ellos no reacciones como se cuenta en el caso de Michael, un niño de 9 años que a la edad de 3 ya mostraba comportamientos”anómalos”. Pero tiempo después de nacer su hermano, comenzó a mostrar rabietas exageradas, en las que podía gritar durante horas. Tras las visitas a multiples especialistas han llegado a la conclusión de que padece un tipo de psicopatía infantil. Por supuesto relacionada y comenzada por el síndrome del “príncipe destronado”.
Me pongo en su lugar y es muy duro el que siendo el objeto de mimo, cuidados y amor por parte de sus padres, en un momento dado pase a segundo plano por la llegada a la familia de un nuevo vástago. Toda esa rabia que saca no tiene otro objeto que el de volver a la condición original de mimado oficial, cosa, por otra parte, harto difícil, puesto que los neonatos son siempre el centro de atención en todas las familias de la tierra (excepto que sea en India, y niña).
Pero lo grave de este caso concreto – que se da en muchos otros niños y adolescentes – es que ese odio tanto a la situación como a sus padres ha generado una serie de pautas de comportamiento con elevadas dosis de crueldad mental, que aplica sobre sus padres como la cosa mas natural del mundo, lo cual – tratándose de un niño – es terrible, puesto que si ahora se comporta de esta formas, ¿como lo hará cuando tenga unos años más?. Todo apunta a que su odio puede extenderse al resto de la sociedad y de ahí a convertirse en un asesino en serie, va un paso. Llega un momento (el momento clave) en que todo psicópata pasa de sentir vergüenza o culpabilidad por sus actos a sentir placer, y ese es instante en que ya no tiene cura. A partir de ahí se verá abocado en una espiral interminable a la caída en el pozo sin fondo de la violencia gratuita.No se quien es el responsable o los responsables de este tipo de situaciones: si los padres, los hijos, los educadores, la sociedad o el consumismo. Ni lo se ni quiero saberlo. Lo que si haré es pensar en que futuro le espera a un modelo de sociedad en el que este ejemplo aislado va camino de convertirse en lo usual, estableciendo con ello una norma, que puede pasar a ser inamovible con el tiempo. Y a ver quien es el guapo que endereza los árboles entonces.
¿Puede un niño de 9 años ser un psicópata?
Por Carolina | Pintalabios y chupetes – lun, 21 may 2012 11:49 CEST
Cuenta su familia que a los 3 años, Michael ya mostraba comportamientos anómalos. Poco tiempo después de nacer su hermano menor, comenzó a tener rabietas durísimas, en las que podía gritar durante horas. Hoy es un niño de 9 años al que han visto multitud de especialistas y todo apunta a que padece un tipo de psicopatía infantil.
Anne y Miguel son los padres de Michael y aunque están cansados de esta situación, siguen luchando para intentar ayudar a su hijo. Al parecer, desde que nació empezó a desarrollar un comportamiento violento fuera de lo normal. No se trataba de la clásica rabieta ya que era capaz de mantener una pataleta incansablemente, sengún han explicado al New York Times. Era capaz de desplegar una enorme rabia por cualquier tontería y manifestarla dando golpes con la pared, el asiento del inodoro o ponerse a recortar metódicamente unos pantalones con unas tijeras, si nadie lo estaba vigilando.
A partir de los 5 años, sin embargo, sus padres recuerdan la habilidad de su hijo para pasar de la ira más monstruosa al encanto más calculador. Y fue por entonces cuando empezaron a sentirse totalmente desarmados. Cuando fueron a consultar especialistas, las opiniones apuntaban al ‘síndrome del primer hijo’ o del príncipe destronado: los celos clásicos desarrollados por el niño que se ha acostumbrado a ser el único. Pero eso no satisfacía ni explicaba que, al pasar los años, la rabia del mayor fuese a peor.
Con los libros de psicología infantil les fue igual: tan pronto parecía que una técnica estaba funcionando, Michael volvía a las andadas. Vieron a sucesivos médicos, ocho distintos hasta hoy, y nada les ha podido ayudar demasiado tiempo.En este sentido, ha sido diagnosticado como niño con síndrome de hiperactividad y déficit de atención. Así que Michael continúa con sus comportamientos distantes, maquinales o violentos, a veces furiosos, a veces fríos y calculadores.
Alguien, les encomendó visitar a otro especialista. Dan Waschbusch realizó sobre Michael todo tipo de tests y estudios diseñados para los adultos, y de su análisis llegó a la conclusión de que el niño podía ser un psicópata. Este investigador de Florida estudia a los llamados ‘niños insensibles-sin emociones’ (callous-unemotional o CU en inglés). Aquellos que muestran una falta acusada de afecto, de remordimiento o empatía y se consideran psicópatas en potencia. Son niños que parece que actúen impulsivamente, pero en realidad son bastante manipuladores y no parecen preocuparse por los efectos o consecuencias de sus actos sobre los demás.
Michael se ha integrado recientemente a un campamento organizado por este especialista, junto con otros niños, en el que se intenta estudiar patrones de conducta y establecer algún modo de terapia. Se trata, en todo caso, de una búsqueda experimental pues, hasta hace diez años, nadie hablaba de psicopatía infantil. Nadie quiere etiquetar a un niño de 5 años como psicópata ya que, dicen, eso tiene un coste social inmenso tanto para el niño como para su familia. Al mismo tiempo, parece que este tipo de desórdenes tiene un origen genético y probablemente fisiológico, tal como sucede con los psicópatas adultos. Algunos de ellos creen que, cuanto antes se detecte el mal, más posibilidades hay de mejorar en su comportamiento y capacidad de empatía con los demás.
La familia de Michael, mientras tanto, ve a su hijo crecer y se hacen muchas preguntas. Su padre recuerda haber sido un niño huraño y mentiroso y transformarse al ‘hacerse adulto’ en una persona razonable. Por eso confían en los médicos y los investigadores pero les gustaría ver un cambio en su hijo. Michael sigue mostrándose frío, violento e imprevisible. Además, puede perseguir a uno de sus hermanos y amenazarlo con golpearlo con una silla, aunque nunca la ha dejado caer.
Fuente: paper.li/wizfun
Fuente: paper.li/wizfun