REFLEXIONES....

Eduardo Cossin

PODEMOS ELEGIR COMO CONDUCIRNOS EN LA VIDA Y ESTO DETERMINARA LA CALIDAD DE VIDA QUE TENGAMOS .

PODEMOS DECIR MUCHO Y MUY PROFUNDO SIN NECESIDAD DE EXTENDERNOS MAS ALLA DE LO NECESARIO.

PAGINAS VISITADAS

PAGINAS VISITADAS =

PAGINAS VISITADAS:

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Cada vez más mujeres tienen amantes

No hay un arquetipo para definir a una mujer infiel: cualquiera puede serlo. Eso sí; las damas se enamoran de su amante y muchas veces dejan a su pareja detrás de la pasión. Cómo, cuándo y por qué engañan.


Las cifras son asombrosas y los perfiles múltiples: engañan las mujeres jóvenes y las maduras, las “comehombres” y las ingenuas, las que viven con el marido y las que tienen hijos. Lo hablamos con María Isabel Sánchez, periodista y autora del libro Las infieles.
¿Qué tipo de mujeres engañan?
No hay un perfil determinado. La que parece una “comehombres” no es necesariamente infiel y la que muestra una imagen de ingenua quizá no es lo que parece. En mi investigación encontré mujeres de todos los perfiles, estratos sociales, niveles socioculturales y económicos. No hay un arquetipo para definir a una mujer infiel. Cualquiera puede serlo.

¿A qué edades las mujeres se atreven a ser infieles?
A todas las edades. Lo sorprendente es que se crea que sólo pueden ser infieles las jóvenes y no es así. Las de 40 a 50 años son muy infieles. Y las de 60 también lo son. Es un error creer que con el tiempo se pierde el deseo de ser halagada, de ser amada y “agasajada” sexualmente. Si el deseo se pierde es porque el sexo “oficial” les resultaba aburrido. Pero si aparece la novedad, el cortejo y la seducción cualquier mujer se enciende.

¿Engañan sólo una vez o tienen un amante fijo?
Las hay de todo tipo, pero difícilmente lo hagan sólo por una vez. La onda del “touch and go” no nos cierra mucho a las mujeres, aunque muchas se declaren practicantes de esta conducta más masculina que femenina. Aunque no lo manifestemos, las mujeres siempre esperamos una llamada y un romance después de tener sexo con un hombre. Las damas nos enamoramos del amante.

Si una mujer engaña, ¿significa que "algo anda mal" con su pareja?
Casi siempre. Pero no necesariamente es el sexo lo que anda mal: puede sentirse “devaluada” como mujer. Tal vez su hombre no la mira, no la halaga o la ignora emocionalmente. Puede pasar que su esposo se haya “abandonado” físicamente y que ya no la atraiga o que haya habido un crecimiento desparejo en su matrimonio y que él ya no la deslumbre… Eso es lo que declaran en general las infieles.

¿Hay alguna estimación de la cantidad de mujeres que son infieles?
Las cifras más dramáticas (reveladas sólo en charlas privadas con algunos psicólogos) hablan de un estimativo del 85 %, pero las estadísticas difieren de manera sustancial unas de otras. Además, ninguna de ellas me parece absolutamente confiable: ¿por qué una mujer revelaría ante un encuestador su condición de infiel?

La mujer casada y con hijos que es infiel, ¿siente culpa por los chicos?
No parece. Si la mujer es buena madre, tiene claro que la infidelidad es un tema de la pareja. Y si deja el hogar conyugal generalmente se lleva a sus hijos con ella. Obviamente, hay excepciones.

¿Las mujeres tienen amantes por amor o por deseo?
Por ambas razones, pero el deseo en la mujer puede no ser puramente sexual. A veces alegan que un deslumbramiento intelectual las seduce muchísimo. Y si se enamoraron, pierden la cabeza y patean el tablero con más frecuencia que los varones. A la mujer le cuesta mucho sostener una infidelidad por muchos años porque la culpa la tortura, prefiere separarse.

Entonces, ¿la mujer infiel por lo general se separa?
Si el amante está disponible… Casi seguro.

Las pecadoras

La periodista María Isabel Sánchez, autora de "Las infieles", es especialista en lanzar libros con nombres tentadores. Volvió al ruedo con “Las pecadoras. Malos pensamientos… Y secretos inconfesables”, de Ediciones B.
¿Cuáles son los “malos pensamientos” que mencionás?
Las mujeres guardamos bajo siete llaves nuestros malos pensamientos: la envidia, los celos, la sed de venganza, nuestra inseguridad y complejos, la curiosidad morbosa, la maldad, y sobre todo, las fantasías sexuales inconfesables.
¿Por qué guardamos tantos secretos?
Guardamos todo aquello que nos avergüenza y que creemos que, de ser confesado, haríamos daño al hombre que tenemos al lado y a nuestra propia imagen, casi siempre construida en base al deseo de los varones.
Eso demuestra que aún estamos muy lejos de ser libres y auténticas. Seguimos atadas al "deber ser" y a la mirada ajena, especialmente a la masculina.
Es decir, somos machistas...
Hay muchas mujeres que son más machistas que los hombres. Incluso creo que las verdaderas responsables de la subsistencia del machismo somos las mujeres, que seguimos educando hijos de acuerdo a los viejos arquetipos de género.
No soy feminista, y aunque sostengo que hombres y mujeres somos diferentes, en cuanto a derechos y obligaciones considero que la cosa debe de ser pareja.
¿Y dónde quedó la “liberación femenina”?
Es real a medias. Nos hemos liberado en lo profesional y en lo laboral, hemos adquirido más obligaciones que derechos. Un hombre mujeriego sigue siendo comprendido, disculpado y hasta admirado. Una mujer que tiene muchos compañeros sexuales siempre será mirada como una ninfómana, incluso por otras mujeres.
¿La mujer es más, igual o menos infiel que los hombres?
Creo que a esta altura somos tan infieles como los hombres, pero las causas de nuestra infidelidad son claramente diferentes. Engañamos por venganza, porque nos sentimos ignoradas y poco deseadas, o por curiosidad. También es distinta la carga emocional que le ponemos a la relación clandestina: casi siempre nos enamoramos del amante.
¿Y el “touch and go” no sirve?
Descreo de la postura de muchas mujeres que sostienen que tienen amantes solo por el placer del sexo y que les "van" las historias de "touch and go" como a los hombres. Las mujeres nunca tendremos mentalidad masculina: aunque tengamos sexo circunstancial con un desconocido, siempre nos quedaremos esperando un llamado telefónico del hombre con el que intimamos... Si no lo hace nos sentiremos angustiadas, aunque no lo reconozcamos ni por orden de un juez federal.
¿Qué consejos darías para moverse en este mundo tan pecador?
El pecado es tan antiguo como el mundo. Y la mujer ha sido históricamente ligada a la idea de pecado, desde los textos bíblicos. Las mujeres somos seres humanos llenos de debilidades (como los hombres) pero todavía no tenemos la libertad de mostrar nuestra vulnerabilidad en algunos temas (como ellos no tienen permiso para mostrarse débiles en otros).
Aquellos secretos que nos avergüenza confesar deben quedar en el terreno de los malos pensamientos, y no hay que caer en el error de confesarlo todo. El sincericidio es un camino que no conduce a buen puerto. Antes de confesar algo complicado deberíamos pensar detenidamente si esa confesión será beneficiosa para alguien o si, por el contrario, solo servirá para que alguien sufra.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Tiene cura el psicopata ?

El psicópata es un tipo de personalidad asocial y como tal es una estructura mental diferente de la neurosis y de la psicosis.
La psicopatía no se cura ni corrige, es una manera de ser y estar en el mundo con determinadas características como lo son la ausencia de conciencia de enfermedad , la falta de culpa, la manipulación, cosificación de las personas, hacer actuar al otro, etc.
El psicópata no tiene corrección porque es una forma de ser, no hay cura, no es una enfermedad.

Te dejo una página del mejor investigador en Argentina del tema:

http://www.psicopatia.com.ar/psicopatia/…

viernes, 23 de noviembre de 2012

Vendedoras de fantasias

Por  Silvia Fesquet
¡Te queda diviiiiiinooo!, grita excitadísima ella, desde la otra punta del negocio, mientras uno observa con toda claridad, frente al espejo, cómo el saquito es grande de hombros, ancho de mangas, extremadamente suelto de todos lados, y con un defecto más que evidente que destaca en la espalda.
Hacerle notar todo esto no sirve de mucho. Nada parece hacer mella en el entusiasmo de ella, la vendedora que nos ha tocado en suerte. Para cada uno de nuestros señalamientos, tendrá una explicación a mano.
“Me queda grande”, dirá uno, sin ganas de perder el tiempo ante lo obvio. “No, no, lo que pasa es que el modelo es holgado”. “Holgado sí”, contestará uno. “Pero a mí me baila”. “Si a vos te gusta más entallado, se puede achicar un poco de los costados...”, dirá ella, tomando de cada lado una cantidad de tela suficiente como para confeccionar un saco completo. “No es que a mí me guste entallado: ¡¡¡es que esto es dos talles más grande!!!”, responderá uno, conteniéndose ligeramente.
Cual discípula de Almafuerte, sin darse por vencida ni aun vencida, y enfrentada a lo ya indisimulable, igual sentenciará: “Mirá que encoge”. Y sin intimidarse ante nuestra penetrante mirada, en la que podría leerse con claridad un “conmigo, no”, agregará: “Yo me llevé uno igual, en verde, y no sabés cómo se me achicó”.
El instante siguiente nos encontrará ya en la calle, lejos del probador, de la vendedora, del negocio y del saquito.
Queridas amigas: esto no es para ustedes, la enorme mayoría de quienes están detrás de un mostrador solícitas, amables y eficientes. Es para quienes, lejos de ganar una compra, sólo logran perder un cliente. Estamos hartos de mentiras, incluso a la hora del shopping.

EL LADO BUENO DE MENTIR



Se calcula que en promedio, decimos unas seis mentiras al día.

PinochoEl otro día estaba leyendo un libro con mis sobrinos. En cada página, había un pequeño pato amarillo escondido detrás de otros dibujos. Mi sobrina de dos años disfrutaba como loca cada vez que lograba encontrar al pato escondido.
"¡Pato! ¡Pato!", gritaba contenta. Y cada vez que lo hacía, su hermano saltaba diciendo: "¡No! Ahí no hay ningún pato". "Sí que hay", decía yo. "Mira, tu hermana tiene razón. Ahí hay un pato". "No, no hay ninguno", me respondía con una sonrisa de oreja a oreja.
Y es que me sobrino de cuatro años estaba descubriendo el placer de decir mentiras.
No recuerdo cuantos años tenía cuando dije mi primera mentira, pero imagino que una edad similar a la de mi sobrino. A los niños no les toma mucho tiempo aprender a inventar cosas.
A veces, los niños, al igual que los adultos, mienten para evitarse problemas. "No le pegué", dice mi sobrino cuando su padre se acerca porque su hermana está llorando en el piso. Pero, la mayoría de las veces, lo hacen por puro gusto, por el placer de crear una realidad independiente de los hechos.

Libertad

Las mentiras siempre me fascinaron. Creo que lo que me llama la atención es el hecho de que cuando la gente miente es libre de una manera que no lo es cuando dice la "verdad".
Los mentirosos no tienen restricciones de ningún tipo. La realidad suele estar limitada por factores tediosos como la falta de dinero, oportunidades, suerte, talento o lo que sea. Cuando la gente miente revela el mundo tal y como debe ser, como sería si la realidad no se colase entremedio.
"Cuando la gente miente es libre de una manera que no lo es cuando dice la 'verdad'"
 
Como novelista, por supuesto, miento todo el tiempo. Y, como me interesan las mentiras, mis personajes suelen mentir bastante.
Mi primera novela, "Poppy Shakespeare", cuenta la historia de una mujer que se encuentra en un hospital psiquiátrico y tiene que hacerse pasar por loca para recibir el subsidio que le corresponde y usarlo para pagar al abogado que la ayude a demostrar que no está loca.
Cuando fui a los Países Bajos para promocionar mi novela, me vi atrapada sin querer en una situación en la que no me quedaba otra que mentir. Descubrí que habían publicado mi novela con la biografía de otra persona en la contratapa, la de una escritora que por causalidad se llamaba como yo, Clare Allan.
Era demasiado tarde para hacer algo: el libro ya estaba en las tiendas. Pensé que lo mejor era no decir nada.
Esa noche fui a una presentación del libro. Cuando terminé se me acercó una mujer con una copia.
"Nacimos el mismo año", me dijo. Y luego comenzó a explicarme la cantidad de cosas que teníamos en común, las cosas que ambas habíamos hecho y demás. Todo sobre la base de una falsa biografía. ¿Qué podía hacer? "Qué increíble", le dije. "Qué coincidencia".
"Somos como mellizas", añadió la mujer.
"Es cierto", mentí. Y así fue como hablamos por un rato de nuestras vidas paralelas.

Todos, sin excepción

Todos mentimos. El que diga que no lo hace está, obviamente, mintiendo. Incluso los animales mienten. No hacen falta palabras para ello.
Yo tenía una perra que para mentir era mejor que cualquiera. En el departamento en el que vivía había sólo dos lugares para sentarse: un sofá duro e incómodo y un sillón mullido y acogedor. Naturalmente, las dos queríamos sentarnos en el mismo lugar, pero sólo había espacio para una.
Cuando yo me sentaba a descansar en el sillón, la perra se levantaba, se dirigía hacia la puerta y me miraba como pidiendo que la deje salir.
Eventualmente me levantaba e iba hacia la puerta mientras la perra esperaba con la cabeza gacha. Pero cuando literalmente ponía mi mano en el picaporte, la perra salía disparada hacia el sillón y para cuando yo llegaba a girar la cabeza, ya estaba acostada encima, con cara de medio dormida.
Los psicólogos estiman que decimos en promedio seis mentiras por día.
Quizás es porque todos mentimos que nos gusta condenar a otra gente que lo hace, de modo que cuanto más nos indignamos por las mentiras de los demás, más honestos nos sentimos nosotros. El filósofo alemán Immanuel Kant creía que mentir siempre estaba mal. Según él, si una asesino golpeaba tu puerta para matar a un amigo que tú sabías que estaba escondido en tu casa, tenías que decirle dónde estaba tu amigo, y no mentir para protegerlo.
Pero ese es un argumento que sólo un filósofo puede defender. Pensemos en la gente que escondió a los judíos en la Europa ocupada por los nazis. Las mentiras que dijeron para protegerlos no sólo no fueron algo negativo sino que debemos considerarlas, sin duda alguna, un gran gesto.

Mala reputación

Por otro lado están las mentiras maliciosas. Las que se dicen para hacerle daño a otra gente.
Yo no defiendo esas, en lo más mínimo. Esas son las que les dan a los mentirosos la mala reputación. Pero entre esos dos extremos hay una gran cantidad de mentiras: esas seis que decimos a diario. Y esas son las que me interesan.
Entonces, ¿qué es una mentira? Bueno, digamos que es el intento deliberado de engañar a alguien diciendo algo que no es verdad. La biografía falsa de mi libro no es una mentira en sí, es más bien un error. Pero cuando conversaba con la mujer sobre nuestra afición común a las palomas, yo estaba mintiendo porque sabía que no era cierto y, por la razón que fuere, decidí seguir con la historia.
"La ficción no nos acerca a los hechos. La ficción inventa los hechos. Pero al hacerlo, puede, acercanos a la verdad"
 
Digamos que decir una mentira no es lo mismo que decir que algo no es verdad. ¿Y qué es la verdad? Mucha gente, y en particular los políticos, nos quieren hacer creer que la verdad está implícita en los hechos. Pero a mí me parece que los hechos pueden ser bastante engañosos.
De hecho, creo que es muy posible usar los hechos para confundir a la gente sin necesidad de recurrir a las mentiras.
Tomemos el caso de las estadísticas: todo el mundo sabe que las estadísticas pueden utilizarse para decir prácticamente lo que uno quiera, todo depende que lo que elijas medir y la forma en que presentas los resultados.
Decir que los hechos no contienen en sí mismos la verdad no quiere decir, necesariamente, que la verdad esté escondida en las mentiras.
Pero al menos, éstas, cuando se descubren, pueden quedar en evidencia. Los hechos son, por definición, verdaderos y esto es precisamente lo que los vuelve peligrosos. Porque es evidente que la verdad "incontrovertible" es la mentira más grande de todas.
Y si la verdad puede mentir, ¿no es acaso cierto también que las mentiras pueden estar diciendo muchas verdades?
"El arte es una mentira", dijo Picasso. "El arte es una mentira que nos acerca a la verdad".
No a la verdad literal, por supuesto. Ese no es su objetivo. La ficción no nos acerca a los hechos. La ficción inventa los hechos. Pero al hacerlo, puede acercarnos a la verdad.
Y en un mundo en el que abundan las estadísticas, los manipuladores de las palabras y el culto a la evidencia basada en los hechos, es importante recordar que nada es más verdadero que la imaginacion.

Así mienten las mujeres cuando mienten

Una opinión masculina sobre nuestra forma de guardar secretos. Cómo ocultamos, convencemos y nos la rebuscamos para nunca, pero nunca, ser descubiertas.  
Fabio Fusaro
Muchas veces se han hecho comparaciones entre las mentiras masculinas y las femeninas. Se dice que los hombres mentimos más. Yo siempre sostengo que no es que los hombres mentimos más, sino que las mujeres mienten mejor. Y por eso son descubiertas menos veces.

Esto sucede por una razón increíble pero real:
“Las mujeres pareciera que se creen sus propias mentiras”.
Y por eso es muy difícil descubrirlas. Cuando mienten no solo lo hacen con la palabra sino con todo el cuerpo, con sus movimientos, con los gestos, con la mirada, con el tono de voz, con las lágrimas, con todo.
Lloran y uno dice: “No…no… no me puede estar mintiendo”. Y entre las ganas que tenemos de creerles y semejante demostración de sinceridad, caemos.
Y eso cuando encima tenemos al menos una punta de la mentira. Porque si no la tenemos, perdimos: no hay forma de descubrirlas.

¿Qué podemos hacer al respecto? En la mayoría de los casos, nada.

Ahora, en el caso de que tengamos alguna punta… Alguna prueba de que nos está mintiendo, REMITÁMONOS A ESA PRUEBA. No nos dejemos convencer por sus maravillosos actings. La mina puede mentir… Y muy bien. Las pruebas contundentes que podemos tener, no.

Si tu hermano te dice que la vió con otro hombre, creele. Por más que ella te jure por lo más sagrado que no es cierto, por más que se deshidrate llorando y la tengan que internar con un ataque de pánico. 

Por Fabio Fusaro, escritor y counselor. Autor de los libros “Mi Novia – Manual de Instrucciones”, “La Mujer de tus Sueños” y “Mi ex–novia". 

jueves, 22 de noviembre de 2012

PARA AUMENTAR TU LIBIDO

El deseo sexual puede disminuir por motivos poco imaginados. Los colores que usamos, el peso corporal y hasta los ingresos económicos repercuten en las ganas de ir a la cama. Armamos una guía con los últimos consejos de los expertos.
Vanesa López
¿Qué es la libido? “Es la base de nuestra salud hormonal: ella es la encargada de activar la sensación de bienestar, equilibrando nuestras actitudes y emociones. Para la medicina clínica, significa deseo sexual y su falta se asocia a una enfermedad orgánica o psíquica”, explica el doctor Rubén Mühlberger, especialista en anti-aging.
Ya sabemos qué significa y también notamos que, por distintas razones, nuestras ganas de tener relaciones pueden disminuir. Es entonces cuando conviene revisar los posibles factores. “Hay que descartar las causas orgánicas, farmacológicas y, por sobre todo, poner atención en el tipo de relación”, enumera Walter Ghedin, médico psiquiatra y sexólogo.
El autodiagnóstico debe cubrir varios aspectos: chequear la forma de interacción de la pareja, revisar los mitos o creencias e investigar si la falta de deseo impide la presencia de fantasías eróticas. También es importante tener en cuenta al partenaire, “ya que muchas veces el deseo de quien consulta es bajo si se compara con el deseo aumentado del compañero/ a sexual”, concluye Ghedin.

“El Punto G no es el centro del placer”

Durante la jornada “Mujeres con pasión”, la sexóloga Alessandra Rampolla nos invitó a descubrir otros caminos hacia el orgasmo.

“El Punto G existe, todas las mujeres lo tienen. El tema es que no a todas les interesa estimularlo porque no para todas las mujeres es placentero. Unos años atrás se puso muy de moda el tema del Punto G y todos estaban como locos buscándolo, esperando que pudiera de alguna forma cambiarles la vida. Y no es así para todo el mundo”.
“Al Punto G yo lo veo como un plan B. El plan principal tiene que ser siempre la estimulación del clítoris. Ese es el centro del placer físicamente hablando. No le genera placer a algunas mujeres, sino que a todas, TODAS”.
“El tema es que las mujeres somos muy poderosas sexualmente. Y no acabamos de entenderlo y de adueñarnos de ese poder. Tenemos mucho poderío eróticamente hablando”.
“Podemos tener orgasmos a través del clítoris (como se supone, como está diseñado) y también muchas veces tenemos posibilidad de tener orgasmos a través de otras vías, de estimulaciones indirectas. El Punto G es una estimulación indirecta del clítoris”.
“El clítoris es muy pequeñito externamente pero es muy grande internamente. Son como ramas, que van a generar muchas sensaciones. Una de las ramitas pasa por el frente de la vagina, por la pared frontal. Si ustedes estimulan la pared vaginal, estando previamente excitadas, van a estimular indirectamente el clítoris. Y el clítoris es tan sensible que muchas veces va a provocar un orgasmo”.
“Hay que dejar en claro que el punto G sí existe. Y que los hombres tambien lo tienen, aunque es un tema para otra charla... Hay alternativas, hay distintos tipos de placeres. Eso es algo que quiero rescatar”.


Extractos de la charla brindada por Alessandra Rampolla durante la jornada “Mujeres con pasión” organizada por Alto Palermo y la revista Susana.

EL DOLOR DE NO SER LO QUE SE "DEBE" SER

El programa Graduados, la ficción televisiva más vista del año, tiene entre sus protagonistas a una joven, flaquísima, que fue obesa y que sufrió el matrato y la violencia de sus compañeros de colegio durante el secundario. Tal fue la herida que imprimió en ella que, ni bien pudo, mató su identidad y se convirtió en otra. Entremujeres aprovecha el disparador y, en diálogo con prestigiosos expertos, analiza el tema del "bullying" y la discriminación asociadas al sobrepeso y su relación con los trastornos alimentarios.
Georgina Elustondo
Sin escala, con Patricia Longo (Isabel Macedo) uno pasa del amor al odio, del rechazo a la piedad. Es mala, ambiciosa y fría, y hace méritos para cosechar todo tipo de condenas. Pero, en apenas segundos, se convierte en la más vulnerable y dolorida de las criaturas, en la angustia misma. Y da pena. Y uno la entiende... Unos minutos. Luego vuelve a verla villana y la vuelve a odiar. "Graduados" tiene, entre otras, esa virtud: sus personajes transitan, ambivalentes, identidades varias, cualidades diferentes, y uno los quiere y los aborrece y los vuelve a querer a cada rato. Los malos dan pena más de una vez y los supuestos buenos tienen agachadas y hasta crueldades sin siquiera mosquearse. Humanos, bah. Tan humanos que millones de personas se miran al espejo cada noche en la pantalla de Telefé, enfrentados, tal vez sin advertirlo, a un "contenido social" ("responsable" con la comunidad que lo consume) que está ahí para eso: para hacernos pensar, para invitarnos a reflexionar casi sin darnos cuenta sobre las cosas que pasan. Que nos pasan. Y nos pasan mucho.
Entremujeres recoge el guante y se suma. "Chanchoto" o "Chanchota", la gorda que Patricia mató y enterró para ser otra -y, por qué no, para vengarse- viene asomando programa tras programa contando su tragedia personal. Llorando y tragándose su enorme dolor. Con cuentagotas, el programa repasa, cada tanto, las heridas que un grupo de chicos, no tan chicos, le imprimían a diario a fuerza de cargadas, agresiones y descalificaciones de todo tipo. Se la ve llorar, se la ve desarmarse, hundirse adentro suyo. Se la ve mendigar amor y amistad, se la ve rogar algún gesto que la devuelva a una imagen más soportable de sí misma.
¿Por qué resuena tanto y en tantos esta historia? Porque Patricias hay muchas, muchísimas. Desde hace muchos años, desde Señorita Maestra y el "gordo" Palmiro Caballasca, la persona con sobrepeso es el 'punchiball' con el que muchos se divierten, se ensañan, se fortalecen. "Vaca", "gorda chancha", "lechón", "gorda cerda", "obesa"... Verdaderos dardos, con una enorme capacidad de daño presente y futuro. Un daño que, en general, los chicos no ponderan ni dimensionan, pero que existe... Bullying es más que una palabra de moda.


El daño que no vemos
No son excepciones. La doctora Mónica Katz, médica especialista en Nutrición, Fundadora del Equipo de Trastornos Alimentarios del Hospital Durand, revela que "estudios realizados en colegios muestran que un tercio de las mujeres y un cuarto de los varones reciben bromas por obesidad. Las cargadas acerca del cuerpo asumen muchas formas: verbal, bullying o directamente exclusión social. El eje del problema suelen ser los pares o amigos, pero la familia es un factor muy central. Entre un 30 y 40% de los chicos recibe bromas acerca del peso en el interior de su familia", advierte.
La psicoanalista Adriana Martínez, coordinadora Asistencial de Fundacion Buenos Aires coincide en que la discriminación no es patrimonio de los niños ni del afuera. "El maltrato de los pares suele ser muy directo, pero los jóvenes con sobrepeso también reciben miradas adversas de los adultos que los rodean. Estas, aunque más disimuladas, son iguales o más dañinas", comenta a Entremujeres.
También la licenciada Andrea Gómez advierte que "las cargadas hacia las personas con sobrepeso son una forma frecuente de bullying, apañado por un modelo social y cultural que exige la delgadez como modelo estético, y no como señal de salud. Y esas cargadas, ataques y rechazos vividos en la adolescencia pueden dejar marcas emocionales para toda la vida", subraya.
Lastimar, ofender y desvalorizar a una persona haciendo eje en su sobrepeso o en sus cualidades físicas genera en quien lo sufre una enorme frustración e impotencia, sostiene la licenciada María Teresa Panzitta, co-coordinadora del post grado de Aspectos Psicológicos de la Obesidad y los Trastornos Alimentarios de la Universidad Favaloro y Coordinadora Psicológica del Equipo de Obesidad y Trastornos Alimentarios del Hospital Durand. "Esto es lo que se ve en Graduados -dice-: 'Chanchota' se muestra impotente frente a sus compañeros, como si por ser gorda mereciera ser maltratada y despreciada, silenciando su dolor y su rabia. Cada palabra es una herida a su alma, a su autoestima".
La licenciada Panzitta cuestiona un foco del programa de Telefé. "Lo que no me parece bien es mostrar un estereotipo de 'gorda tonta': los gordos son gordos, no tontos. Muestra el personaje de una tontita, que habla como una nena boba, más infantil que sus compañeros", dice. "Las cargadas que sufren los niños y adolescentes quedan marcadas a fuego -advierte-. En una cultura obesofóbica, ser gorda es casi un insulto. Cuando las cargadas se sufren en la infancia los niños no suelen tener clara conciencia de cuánto duelen y cuánto ofenden esas palabras. Pero, luego, en la pubertad, el cuerpo adquiere un lugar diferente y la mirada del otro toma una nueva dimensión. Ahí vienen la vergüenza, el dolor, y las cargadas se hacen presentes, resuenan en el inconsciente, potenciando la autocrítica y la propia desvalorización".

Ser distinto no es fácil
"Es muy frecuente que las cargadas y agresiones vayan dirigidas a aquella persona que sea considerada diferente, sin importar demasiado en qué radica esa diferencia. Si todos los alumnos/as de un colegio tuvieran sobrepeso, posiblemente aquel que escape a esa 'regla' sería el chivo expiatorio de algunos -analiza Andrea Gómez-. El problema es que hoy se hace tanto hincapié en la belleza física y en cumplir con un ideal de delgadez y estética que cualquiera que no cumpla con ellos se sentirá excluido, rechazado, algo que también ocurre entre los adultos".
Claro que los adolescentes, turbulentos, en búsqueda, se llevan la peor parte. "Ellos necesitan sentirse parte de un grupo y necesitan la aceptación de sus pares para afirmar su autoestima e identidad y sentir que pertenecen -explica Gómez-. Están despegándose del grupo endogámico familiar y salen al mundo en soledad, para enfrentarse a otras miradas".
En ese marco, el peso del rechazo se duplica. Las cargadas, los maltratos verbales y la violencia psíquica y emocional que suponen las burlas y cargadas que hacen foco en el cuerpo imprimen una huella que a la mayoría de los chicos les cuesta remontar: "en general, los efectos son disminución de la autoestima, depresión y disconformidad con el cuerpo. Muchas veces son el disparador de un trastorno alimentario, aunque para desarrollarlo hacen falta obviamente otros ingredientes que tienen que ver con la personalidad y con una dinámica familiar muy particular", señala Katz.
Todos los especialistas consultados por Entremujeres coinciden en que hay una estrecha relación entre estos padecimientos y el desarrollo o profundización de un trastorno alimentario. "Estas cargadas pueden generar que el problema se acentúe. Una persona con sobrepeso puede comer más y peor por sentirse angustiada, enojada, lastimada, rechazada. Se 'traga' la bronca y se 'autoagrede' comiendo en exceso. Otras pueden tomar una conducta opuesta, desarrollando una anorexia o una bulimia, huyendo espantados de la obesidad".


Las aulas, zona de riesgo
Todos los expertos entrevistados encienden la alarma respecto a la fuerte vigencia de este problema en las escuelas hoy. "Llama la atención el grado de violencia que se ejerce en las aulas -dice Gómez-. Vivimos en una sociedad violenta y, como adultos, muchas veces actuamos violentamente. Estamos en riesgo de naturalizar esta violencia y justificarla. Los adolescentes violentos tienen poca capacidad para ponerse en el lugar de la persona agredida, algo que los ayudaría a cambiar de actitud. Necesitan ser líderes y sobresalir para los demás".
Otro espacio frecuente de situaciones de maltrato para los niños o adolescentes con sobrepeso (y hasta con peso normal) son las clases de danza u otras actividades deportivas, dice la licenciada Panzitta. "Sin fundamentos clínicos, profesores y entrenadores a veces destruyen la autoestima de los jóvenes porque les dicen que están gordos o los pesan antes de realizar esa actividad, algo que también se da en el modelaje. Este es un problema muy serio que se debe abordar urgentemente. En lo personal, yo lo viví como estudiante y profesora de danzas y fue algo que motivó, en parte, mi especialización en obesidad y trastornos alimentarios. En la historia de muchas anorexias, bulimias y obesidades podemos encontrar el relato de diversas situaciones de burlas, acoso y cargadas, con la posterior decisión de hacer todo por no volver a sentir ese desprecio, esa discriminación. Así asoman conductas desafiantes, agresivas o autodestructivas como respuesta a ese sentimiento de exclusión".
Panzitta explica que "el recuerdo de las burlas o comentarios genera en las pacientes con anorexia y bulimia una gran dificultad para lograr una recuperación. Viven el subir unos pocos gramos como volver a ser gordas, las gordas que fueron en su infancia o adolescencia. La presión social, las imágenes de la publicidades y revistas, proponen formas corporales ideales que nada tienen que ver con la realidad, y eso no ayuda".


El rol de los adultos: cuidar, contener, escuchar, limitar
Las preguntas se imponen. ¿De qué manera podemos proteger de estas cosas a un hijo con sobrepeso? ¿Qué podemos hacer como padres? Katz enfatiza: "Los mayores deben autoevaluarse. ¿Hago foco en el peso al evaluar o juzgar a un chico? ¿Cuáles son los estereotipos de los gordos? ¿Los repito? La ciencia muestra que, en general, se les adjudica ser más holgazanes, sucios, desprolijos, entre otras cosas. ¿Creo yo que esto es verdadero o falso? ¿Cuáles, considero, son las causas de la obesidad? En general se atribuye a la falta de voluntad: ¿creo yo que es solo falta de ganas o compromiso? ¿Afecta eso mi actitud? ¿Qué lenguaje utilizo yo al referirme a los chicos o personas adultas con sobrepeso? Estas cuestiones son claves. Debemos hacer foco en la salud al momento de hablar o motivar a un chico obeso a perder peso o realizar un tratamiento", dice.
Para la especialista, "debemos explicar y enfatizar que la balanza sólo mide kilos: no mide inteligencia, ni belleza, ni felicidad, ni creatividad". Y subraya: "En especial en las escuelas se debe tener 'tolerancia cero' respecto de la estigmatización de los obesos. Organizar talleres y trabajar la idea que la gente tiene de las diferentes formas y tamaños y enseñar que lo mejor es festejar las diferencias y la unicidad".
Andrea Gómez hace hincapié en algunos gestos: "Podemos ayudarlos a fortalecer su autoestima, reconocer sus valores y cualidades. Preguntarnos a nosotros mismos si nos sentimos avergonzados por la obesidad de nuestros hijos, si estamos más preocupados por nosotros y el qué dirán o por la salud de nuestros chicos". Es clave, agrega, "no transmitir mensajes contradictorios sobre la alimentación y el sobrepeso. En algunas familias se critica el sobrepeso y, por otro lado, se hacen sólo comidas hipercalóricas que no ayudan para una dieta saludable".
También es importante, según Gómez, "ofrecerles una solución saludable si el tema del sobrepeso los angustia y realmente merece una atención especial, para proteger su salud física y psíquica. Preguntarles qué desean y si quieren ayuda para sentirse mejor, y ayudarlos a buscar salidas no violentas con sus pares: ni autoagredirse ni agredir a los demás, y ver de qué modo los ayudamos a elegir otras compañías que reconozcan sus cualidades. Es importante no negar lo que está pasando, acompañar, fortalecer y ayudar a quien sufre esta situación, y buscar ayuda psicoterapéutica si es necesario".
Es clave también involucrar a la escuela, a los maestros. "Es importante solicitar la colaboración de toda la comunidad escolar en cuanto a la prevención del maltrato en todas sus formas. Las escuelas y los docentes carecen de herramientas para abordar estas situaciones. Es importante buscar gente especializada y realizar talleres de reflexión con alumnos de toda la escuela", dice Gómez.
Panzitta subraya que "los padres tienen la misión fundamental de no cargar, de no descalificar ni comparar. Es una difícil tarea para los padres aceptar a sus hijos como son y no como idealizaron que fuesen. Si las cargadas son confirmadas por el círculo familiar se acentúa la certeza de que lo que le dicen es así y de que se lo merece por ser gordo". En caso de acoso escolar, es fundamental que los "padres hablen con sus hijos para que puedan sincerarse y encontrar apoyo en su entorno familiar. Creo que es el colegio el que tiene la gran oportunidad para solucionar este tema. Deben tomar conciencia de lo nocivas que son las cargadas para el desarrollo afectivo de los niños y adolescentes".
La psicoanalista Adriana Martínez coincide en que hay mucho por hacer. "Lo diferente, en general, tiende a ser expulsado. No hacerlo, es un trabajo que requiere formación, reflexión y transmisión de valores de una generación a la otra. En comunidades donde se trabaja verdaderamente con la integración de lo distinto los niveles de agresión son menores. Cuando los adolescentes descargan sus excesos sobre "el gordo", por ejemplo, exorcizan sus propias inseguridades: temen ser diferentes, no dar con la talla del modelo reinante. Maltratando al 'gordo' se ponen –de la peor manera– a resguardo de aquello que temen y desprecian".
Las nuevas tecnologías han potenciado estos "gestos" discriminatorios que vienen de antaño. "Las formas de vincularse actuales, tan tecnologizadas e impregnadas de inmediatez, acentúan la cuestión en varios sentidos: haciendo excesivo foco en la imagen (se debe lucir feliz, espléndido, bello y seductor) y generando otras redes de exclusión (aceptar o no contactos, borrarlos, burlarlos públicamente)".
Como padres, dice Adriana Martínez, tenemos un desafío difícil. "El sobrepeso es una problemática real que requiere ser tratada, cambiada. Es decir, no podemos promover que nuestros hijos tengan sobrepeso porque estaríamos perjudicando su salud física y emocional. Sin embargo, debemos protegerlos y enseñarles a posicionarse frente a un mundo que, sabemos, los discriminará. Luego, pedir ayuda a profesionales capacitados en el tema, tanto en lo nutricional como en lo psicológico. Y, desde ya, buscar hasta encontrar un medio que acepte a nuestros hijos tal cual son, con todo lo que tienen para dar. No resignarse a que sean maltratados ni por pares, ni por docentes, ni por otros familiares".

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Es bueno tener secretos?

Con frecuencia callamos cosas, incluso con la persona que más amamos. Pero, tarde o temprano, todo aparece. ¿Qué decir y qué no?
Lic. Cristina Benchetrit
¿Qué callamos con la pareja? Hay muchas cosas que no nos gustan de nosotros y no queremos que el otro las sepa. Pensamos que, si se entera, dejaríamos de ser queridos. Pero suele ser un error. Tratamos de mostrar nuestra mejor cara y no nos damos cuenta de que son nuestras debilidades las que atraen al otro.
En general, callamos cosas que nos avergüenzan, que nos dan pudor, o que consideramos debilidades. Y, por supuesto, aquellas que muestran nuestras miserias.
Callamos frente al otro lo que quisiéramos callar ante nosotros mismos, es decir, lo que quisiéramos que no ocurriera. La realidad es que todos tenemos cosas que no queremos tener y callarlas parece ser el modo de suponer que no existen.
Eso que creemos que no está, tarde o temprano aparece y cuando estuvo guardado mucho tiempo seguramente generó alguna deformación en nosotros o en la pareja. Esto genera desde resentimientos, dolores y enojos que alguna vez serán facturados. Y ya sabemos que las facturas vencidas generan intereses… A veces impagables.
También nos callamos lo que no nos gusta del otro, para que no se moleste y no nos deje de querer. Si le pido que cambie su modo de vestir quizás se ofende, quizás se enoja, quizás me deja.
El dinero en la pareja suele ser otro de los grandes secretos. Las razones son varias: porque el otro va a tener más control sobre nosotros, porque nos reservamos algo por si acaso, porque no queremos que gaste lo que nosotros conseguimos.
Desde luego que hay otros secretos más profundos. Por ejemplo, muchos tienen un amante y prefieren mantenerlo oculto para no herir a la pareja.
El riesgo de callar
En términos generales, ocultar cosas nos aleja de la persona querida porque atenta contra la intimidad. No olvidemos que esos secretos que nosotras tenemos también los tienen ellos.
No estoy diciendo que hay que compartirlo todo. Hay cosas que solo dan dolor a otros y no cambian la situación. Por ejemplo, contarle lo bien que la pasamos en el pasado con otra pareja no ayuda mucho y no abre opciones.
Sin embargo, omitir cosas que hacen a la relación suele provocar el efecto contrario. Por cuidar la pareja y a nosotros mismos, callamos cosas y la matamos de inanición. Porque también eso oculto, eso no tan perfecto, es lo que necesitamos que el otro tenga para que nosotros no seamos tan raros.
Desde luego, hay parejas que ya callaron demasiado y es mejor que no se digan ciertas cosas. Para las que todavía no es así, habrá que encontrar una ecuación entre el mutismo y el “sincericidio” (si se me permite este neologismo).
¿Qué decir y qué no?
Ni todo ni nada. Lo que vemos es que cuando una pareja se anima a traspasar ciertos límites secretos proporciona alivio en principio, mayor intimidad y crece el sentimiento que ya existe.
A veces uno de la pareja no quiere revelar cierto temor personal y, cuando lo hace, encuentra en el otro un reflejo (porque le pasa lo mismo) o una contención y mayor comprensión.
Es de valientes mostrar las miserias personales. Si queremos una pareja significativa, si queremos una vida más intensa, si queremos ser más íntegros y más felices, habrá que animarse a avanzar.

Por la licenciada Cristina Benchetrit, directora de Espacio Olazábal. Todos los jueves a las 20 horas realizan cafés psicológicos abiertos a la comunidad (Olazábal 1280, Belgrano).

EL INSOLITO MUNDO DEL POLIAMOR

¿Es posible tener sentimientos románticos con más de una persona a la vez y con igual intensidad? ¿Y vivir esos amores a la luz del día, sin excusas ni engaños? Comunas, polifieles, parejas y solteros "poli", qué hay detrás del amor sin barreras.
Patricia Edgar
Viernes a la noche, Boedo. Escaleras oscuras; a tientas encontramos la luz del pasillo y tocamos a la puerta. Adentro varios jóvenes entrelazan sus cuerpos en el piso de un salón preparado para danzar. Se suceden impulsos, caídas, encuentros, parejas que se arman y desarman. Algún cuerpo se zambulle en otro con todo su peso, para luego salir con gran suavidad. Se trata de un encuentro de Contact Improvisación, un tipo de danza que tiene como eje el contacto corporal. A un costado, Luz Milah (34) descansa después de su sesión de contact y besa apasionadamente a su nuevo novio. "Es divino", dice entusiasmada. Después de esta escena le sigue otra en la que Luz también es protagonista pero con otra partenaire: su amiga especial. Todo esto, frente a la mirada serena de sus dos maridos, José Villa y Joaquín Gallelli.

¿Dos maridos? Sí, leyeron bien. Así nombra la mujer a las dos parejas con las que hace varios años comparte departamento, gastos, caricias e intereses en común. Además del permiso de ampliar sus horizontes a otros compañeros de juego.

Luz recuerda los comienzos de esta historia. "Con José empezamos siendo amigos y viviendo en grupo. Siempre tuvimos vínculos con otras personas -también del mismo sexo- y siempre nuestro amor fue muy fuerte y muy libre a la vez. Por eso después de trece años se mantiene. Después yo me enamoré de Joaquín. '¿Y ahora qué hacemos?', fue lo primero que pensé. Y bueno, tengo dos maridos." Luz convive con sus dos parejas desde hace cuatro años. "Joaquín y yo tuvimos una relación súper agarrada, un sexo re zarpado, no es igual que con José que siempre tuvimos re buen sexo pero la unión fue muy espiritual. Con Joaquín vino una cosa más de la tierra, y me dije: '¡Guau! ¿Y ahora cómo salgo de ésta?'. De a poco lo fuimos suavizando, él estuvo con varias chicas desde que vivimos juntos. En un momento a mí me costaba y a él también porque es muy entrañable la relación que tenemos, pero ahora me siento libre para aceptar que él esté con la persona que elija, porque yo también elijo. Ahora ya trascendió lo de los dos maridos. Siento que es tiempo de expandir, no me quiero circunscribir a ninguna forma de vínculo."

A algunos les recordará a las comunas hippies, a los más modernos les vendrán a la cabeza los swingers o los fanáticos del menage á trois. Para los sociólogos y sexólogos encargados de catalogar la época, los dos maridos de Luz, y también las libertades que entre los tres se otorgan, llevan un nuevo nombre, a mitad de camino entre la clasificación científica y la telenovela: poliamor.

Sus cultores defienden las relaciones amorosas con más de dos miembros, en las que prima el amor y la intimidad, y no se admiten ni se tolera el engaño. La sexóloga brasileña Regina Navarro Lins, autora de La Cama Reb/velada (pasado, presente y futuro del sexo y el amor), lo considera una muestra de lo que vendrá en términos de relaciones de pareja, como una alternativa al según ella desfalleciente matrimonio monogámico.

Explica vía correo electrónico: "Considero que podemos amar a varias personas al mismo tiempo. No sólo a hijos, hermanos y amigos, sino también a aquellas personas con quienes tenemos relaciones afectivo-sexuales. Sucede todo el tiempo, pero nadie está dispuesto a admitirlo. El tema es que nos obligamos a elegir, a descartar a una persona en favor de otra, aunque dicha actitud suela ir acompañada de dudas y conflictos".

Un club poco exclusivo

Uno no esperaría de los cultores del amor libre que quieran nuclearse en un organismo con figura legal, pero he aquí las contradicciones de la época. El movimiento, que nació hace veinte años en los Estados Unidos y sumó adeptos en el Reino Unido y en Alemania, tiene varias organizaciones -como la Polyamory Society, con sede en Washington- que llevan adelante la bandera de las relaciones amorosas sin exigencia de exclusividad. En noviembre de 2005 se realizó la Primera Conferencia Internacional sobre Poliamor en Hamburgo. Internet es, claro, uno de los lugares de encuentro. La Casa De Los 1.000 Cuartos, por ejemplo, es el primer programa ciberfónico de América latina sobre amor libre y poliamor. Y en sitios como polyamory. com y poliamor.net los poliamantes relatan sus experiencias y difunden eventos.

Juliette es la fundadora del grupo de poliamor de España. Así relata su historia personal. "Cuando me casé con Roland en 1998 no sabíamos nada del poliamor, pero yo sabía que no podía prometerle exclusividad. Empezamos una relación parcialmente abierta. (...) Conocimos a Laurel en julio de 2007, y ha sido un sueño tenerla en nuestra vida. Ella y yo somos amigas muy cercanas, pero no tenemos una relación romántica. Ella y Roland tienen una relación apasionada y cariñosa, que ha resultado en su embarazo y en la decisión de criar el hijo juntos, como una familia. Seguro que nos va a enseñar mucho sobre la familia, el poliamor y la convivencia en un mundo monógamo".

¿Qué factores impulsaron esta nueva forma de pensar las relaciones? Navarro Lins explica: "A partir de 1940 aproximadamente, el amor romántico se convirtió en un fenómeno de masas; todos pasaron a desear ese amor que propone la fusión de los amantes. Pero con la píldora se separó el sexo de la procreación y se lo unió al placer. Entretanto, nuestra época se caracteriza por la búsqueda de la individualidad, y comienza a dejar de ser atractiva la idea de fusión. El amor romántico empieza a salir de escena, llevándose la exigencia de exclusividad".

Las cosas por su nombre

Los poliamoristas aseguran que su filosofía no es más que la celebración de la naturaleza humana y que el enemigo no es el sexo extramarital sino la traición. También dicen que los celos no son innatos ni imposibles de superar.

Luz asegura que cada vez encuentra más personas con quienes relacionarse de esta forma, ya que priorizan la libertad en todos los planos. El caso de Constantina Gambeta (29) viene a cuenta: la chica es tan amplia en sus relaciones como en sus ocupaciones. Canta, danza, da clases de portugués, fabrica comida y ropa. Dice que actualmente no está en pareja pero que tiene varios novios. Y cuenta: "Estuve con un chico unos meses, después él se fue de viaje y apareció otro. Ahora no está porque como alquiló una casa en otro lado, va y viene. También tengo otro amigo con el que a veces estamos. Todos mis amigos viven esa historia".

¿Qué pasa con los que no comparten esta filosofía? Constantina contesta: "No me importa si un día me ven con uno y otra vez con otro. No tengo nada que aparentar. Siento que tenemos todo el amor para dar, y hay muchos seres hermosos en el mundo". Para Luz, la imagen de sus dos maridos fue la mejor forma de presentarse en sociedad, incluso con su familia. Su abuela le decía: "¿Pero cómo vivís con esos dos chicos?". Y ella jura que la situación generó sorpresa, pero no rechazo. "Yo entré a la casa de Joaquín con José de la mano. Y los padres de Joaquín nos dijeron: 'Bienvenidos'. Nosotros lo vivimos como algo natural y siempre fuimos aceptados".

¿Lo que natura non da?

Matías Echeguren (32) es un emprendedor que a los dieciocho años fundó su propia empresa. Cualquier madre estaría feliz de tenerlo como candidato para su hija, salvo por un detalle: no cree en la fidelidad. "Hasta hace poco vivía con una chica con la que estoy desde hace trece años. Ahora no vivimos juntos pero es mi compañera, aunque no es con la única con la que estoy".

¿Siempre tuvo clara su postura? "Hubo una relación estable y luego fue mutando. Nunca creí en el concepto de fidelidad, pero en los primeros años se daba naturalmente. Después, ante los primeros indicios de que queríamos abrirnos a otros, nos separamos. Pero volvimos a estar juntos, porque era muy fuerte el amor, y vimos que no era nada estar sexualmente con otras personas, que podíamos seguir siendo una pareja".

Matías reconoce que al principio lo asediaba la culpa. "Probé varias cosas: reprimir lo que sentía, mentir... Ahora pienso que lo que te sucede tenés que vivirlo, todavía estamos desestructurando nuestra mente social. Puedo relacionarme sexualmente con alguien como una forma del vínculo súper natural, y yo puedo tener con cualquier persona si lo siento así".

Para Navarro Lins, el concepto de fidelidad es un valor impuesto. "En un principio, se desconocía la idea de pareja. Cada mujer pertenecía a todos los hombres por igual y cada hombre, a todas las mujeres. Desde el establecimiento del sistema patriarcal, hace cinco mil años, comenzó a exigirse fidelidad a la mujer, porque el hombre tenía miedo de dejar su herencia al hijo de otro. Y con el cristianismo, se comenzó a exigir fidelidad a ambos sexos. A partir de entonces, tanto el sexo como el placer pasaron a ser considerados abominables".

Constantina siempre sintió deseos por más de uno por vez: "No puedo dar garantías de no sentir atracción por alguien más. Me pasó de estar de novia muchos años y ser infiel y no poder contárselo a mi pareja porque él no estaba preparado. Me sentí muy mal. Al contactarme con otras personas como yo, sentí un gran alivio: ¡que bueno, no soy la única!".

¿Tortura para celosos?

Navarro Lins considera que "en las relaciones monogámicas, los celos son frecuentes porque hemos aprendido que quien ama no siente interés por nadie más. Es un equívoco, tanto los hombres como las mujeres pueden amar a su pareja, tener un sexo óptimo con ella, y aun así desear una relación con otra persona, porque variar es bueno. Ninguna relación se pone en tela de juicio por la mera existencia de otra, sino por su capacidad intrínseca de mantenerse o no".

La psicóloga Fanny Libertun contrapone una inquietud: "Esta premisa sólo podría funcionar entre personas sumamente sanas y maduras, que hayan elaborado sobradamente el conflicto primario con el triángulo madre/padre/hijo. Francamente, no conozco a muchas personas así. Y también es muy posible que, en aras de pertenecer, una persona suprima los celos, la competividad y otros sentimientos desagradables. Y esto no es algo sano para nadie".

En contraposición, los poliamorosos designaron un término para nombrar lo opuesto de los celos: compersión, o el sentimiento de alegría que surge al saber que una persona que uno ama es amada por otro.

Matías no va tan lejos pero sí dice: "No me pasa nada con que alguien que está conmigo esté con otro. Si tengo celos, siento que estoy rompiendo estructuras viejas. Ahora sé que no tengo que cuidarme de nada. Con la experiencia, vi que en los momentos en que sucedían las cosas que yo pensaba que serían terribles, no eran gran cosa. Con la chica con la que estuve trece años, cuando estuvo con otro, fue como un balde de agua fría dos minutos y después no era nada. Si mi mente no se disparaba a un lugar morboso, no era nada terrible".

Leandro Alsina (24) no está en pareja y aunque aún guarda en un costado de su corazón el sueño de encontrar a su único amor, dice que ya no puede proyectar qué tipo de relación va a resultar. "No puedo seguir manipulando al amor, el amor es más liberal, viene, va, te toca, te gusta, te llama... Ahora es momento de boyar en una, dos, tres relaciones, o de estar solo". Sobre los celos dice: "Cuando las cosas son tan abiertas no se puede exigir nada. Adaptarse a eso es un trabajo, pero un trabajo lindo que te libera. Es lo más difícil para la cabeza: entender que está todo bien".

¿Y qué pasa con la descendencia? "Prefiero tener hijos con una amiga que con una pareja monogámica -dice Matías- . Cuando vivía con mi pareja estable no proyectaba tener hijos. Nunca me encajó ese contrato que hacés con tu pareja, con tus suegros, con tu mamá, con todo el mundo, cuando tenés un hijo de la forma socialmente aceptada. Hoy el contrato es conmigo".

¿Es posible que estos vínculos sean profundos? Luz es contundente: "Te pasa algo muy intenso. Las relaciones pueden durar segundos, días, años. El encuentro es atemporal, desde el amor total; no son encuentros ocasionales". Matías no siente necesidad de fusión en el amor. "Me permito vivir la pasión plena porque sé que después no quedo apegado a nada. No necesito proyectarlo hacia un futuro -dice, y agrega que ya le sacó la carga al acto sexual-. Podés tener sexo con un montón de gente y no involucrarte y podés involucrarte con un montón de gente sin tenerlo." Además, en Matías se dio otro cambio que él asocia con la idea de no posesión. "Fue dándose solo, y fue como entrar en un vínculo más tántrico: no necesitar eyacular en un vínculo sexual. No necesitar dejar nada dentro del cuerpo de la mujer; ni que la mujer necesite absorber nada tuyo y quedárselo".

¿Será el poliamor una moda pasajera o un anuncio de lo que viene? Luz es militante: "Ojalá que la humanidad esté evolucionando y que todos puedan vincularse profundamente sin que esto tenga que ser pesado". Constantina coincide: "Esta forma de vida te permite profundizar en la amistad con todas las personas, aceptar más al otro. Y si te sentís descuidada por alguien, soltar eso. Total, hay un montón de seres amándote cerca".

IDEAS PARA MUJERES PECADORAS

  Por : Sandra Lustgarten

Somos víctimas de hombres controladores que viven buscando indicios para descubrir in fraganti a la mujer que no conforman. Las que sin querer queriendo siempre hacemos lo que no debemos o damos señales inconscientes para dejarles ganar terreno, para salir de las garras de un marido conflictivo, un holgazán o un aburrido. O lo hacemos para excluirnos de un novio agobiante que, por supuesto, no nos satisface.
Solemos ser sensibles a los afectos y caemos en las redes de los amantes. Nos vuelven vulnerables a su sexo, nos envuelven en ilusiones y, con la idea de disfrutar, caemos en el adulterio.
Es que el dilema es tan fácil que la solución se vuelve un arte y deja de ser un acertijo. Tenemos todo lo que queremos al acostarnos con ellos: la escucha, el buen sexo, el vino preparado, la cama tendida y, por qué no, la ropa lista y limpia.
Esa plenitud sexual nos permite recuperar la energía perdida. Nos otorga un tono rozagante en la piel, una frescura desconocida y un baño de proteínas, cuando volvemos a casa y nuestra expresión pícara nos juega una mala pasada.
Empezamos a soportar lo que a la mañana no aguantábamos: tareas diarias y el grito de un marido gruñón. Al principio nada nos afecta, entonces no nos importa tender la cama para que vea el partido o la probada indiferencia que en otro momento nos carcomía la cabeza.
Así es como al ser infieles descargamos nuestra libido, mejoramos el carácter, nos animamos a comprender lo que no tiene explicación. Porque nada mejor que una aventura, un amante, para que nos rejuvenezca y nos dé cordura, nos halague y conforme, devolviéndonos el infinito goce.
Si somos pecadoras perfectas, ningún drama nos aqueja, pero podríamos delatarnos sin darnos cuenta. Avisamos, alertamos, indicamos y mostramos la verdad escueta.
La primera medida es buscar un amante bueno para la trampa. Evitemos a los obsesivos o delirantes que se adhieren o se apegan, dejándonos presas. También al hablador que se engalana contando nuestro desliz y haciéndonos mala reputación, sin pensar en nuestras consecuencias.
Debemos reconocer que la infidelidad, mientras se guarda en secreto, será el mejor de los remedios para una pareja quejosa. La transgresión y el placer de lo prohibido hacen que ese sexo escondido se disfrute con más pasión y que vuelva a la cama una nueva ilusión.
Optimicemos los detalles del pecado bien armado para preservar el estado de pecadoras por más tiempo. No nos encerremos en el cuarto de baño para dejarle a nuestro amante un mensaje que no es importante. Y evitemos la ropa interior guardada en el cajón o en la cartera. Comprar un nuevo celular provoca un estado de alerta y renovaciones con cirugías alarman a nuestros maridos que abren el juego para dejar nuestros sentimientos destruidos.
Es preferible esbozar algo que los haga sentir responsables, un plan bien programado. Intentemos que sean ellos los que deseen un par de lolas hechas, cuando con la mirada parece que se comerán esa muñeca que pasa sin detenerse por la vereda de enfrente. Aunque finjan no haber mirado, los gestos los delatan por porfiados.
Entonces, no nos condenemos y evitemos mostrar nuestra sensibilidad. Si queremos un amante, la distracción nos puede ganar. No nos mostremos perdidas, silenciosas, ni evadamos preguntas capciosas de lo que a esta altura ya no nos importa.
Mucho menos hemos de pagar un regalo a nuestro amante con la tarjeta de nuestro marido generoso, porque solo una vez puede estar desprevenido.


Extractos del libro “De a tres”, de Ediciones B. La autora es Sandra Lustgarten, psicóloga y sexóloga.

SE PUEDE VOLVER DE UNA INFIDELIDAD ??

Generalmente sufrir una infidelidad genera un enorme dolor. La sensación de que algo se ha roto es inevitable y el valor y la confianza en uno mismo se ve menoscabado. El engaño produce una herida Narcisista y eso deja secuelas, porque esas heridas jamás se curan totalmente. Con lo cual quiero decir que esa persona tendrá que aprender a convivir con el hecho de no haber podido ser todo para el otro.
Pero en estas condiciones, ¿puede reintentarse una pareja después de una infidelidad?
Hay que decir que como cada sujeto es único, hay parejas que pueden reconstruirse después de un arduo trabajo y hay otras que no pueden ni siquiera intentarlo y se separan. Pero hay un tercer grupo, que es el peor de todos, que es el de aquellos que no pueden resolver lo que pasó y, sin embargo, permanecen juntos. Se quedan en una relación que tiene un nivel de tensión enorme, reprochándose lo ocurrido aún muchos años después, con la angustia y la rabia que surge ante la menor discusión.
Ésa es la peor de todas las opciones. Reintentar una relación después de una infidelidad es algo posible, pero requiere de una profunda sinceridad personal para poder reconocer si alguien puede o no volver a confiar. Hay veces que se puede intentar. Y si a pesar de poner lo mejor que tenemos nos damos cuenta de que el dolor no cesa, decir simplemente: “no puedo”.
En ese caso, siempre es mejor separarse que sostener a cualquier costo una familia que ya no es lo que era y que no tiene posibilidad alguna de recuperar la felicidad.


Extractos de “Encuentros. El lado B del amor” (editorial Planeta), el último libro de Gabriel Rolón, psicoanalista y autor de best sellers.

SER FIEL O INFIEL ?

Los mitos relacionados con la monogamia son innumerables y fuentes de gran sufrimiento en el vínculo amoroso. Incluso, con frecuencia llevan a la separación. Algunas de las creencias más comunes son que si alguien está enamorado de su pareja no puede sentirse atraido por otras personas o que el amor es hasta que la muerte los separe, y que el enamoramiento se mantiene inalterable a lo largo de la vida en pareja.
La exclusividad sexual tiende otra trampa a los vínculos de pareja. Suele ocurrir con el mito en el que se presupone que todos los deseos deben satisfacerse con una única persona. Así, se suele creer que la monogamia es algo natural en el ser humano - en casi todos los mamiferos no lo es - cuando en realidad se trata de una construcción sociocultural. Nuestros sentimientos amorosos están condicionados por factores sociales, culturales y biológicos.
La tendencia biológica en el reino animal y la del ser humano está claramente orientada hacia la poligamia. Numerosas culturas ancestrales y contemporáneas dan cuenta de esto y a partir de la identificación del ADN, que releva la información genética de las células, se pudo comprobar científicamente que en muchas de las aves, consideradas las especies más monógamas en el reino animal, entre el 20 y el 40% de las crías del nido no eran descendencia del padre.
A partir de entonces quedó bien establecida la diferencia entre la monogamia social y la sexual. Sin embargo, esto no significa que el adulterio deba ser una conducta inevitable. La gran mayoría de las personas practicaron y practican la monogamia, al menos la monogamia social.
Para nuestros antepasados, cazadores nómades que vivían en grupos, el sexo al igual que la comida era un recurso compartido. La monogamia es bastante reciente en la historia de la humanidad, apareció hace tan solo 10. 000 años con el desarrollo de la agricultura que convierte a la propiedad en un bien exclusivo. La única forma en la que un hombre podía asegurar la herencia de sus posesiones era mediante un estricto control del comportamiento sexual de su esposa o esposas. El rechazo a la inestabilidad y el paso de las sociedades nómades a la sociedad agrícola dio lugar a la instalación de la relación monogámica como núcleo social, y como forma de asegurarse la herencia de la misma sangre.


Las nuevas tendencias
En la actualidad, la denominada “monogamia secuencial o serial”, es decir relaciones monógamas por espacios de tiempo acotados, es una forma frecuente de relación de pareja que tiende a revertir la idea de relación con la misma persona a lo largo de la vida. También existen movimientos que proponen un modo diferente de entender la fidelidad, como el denominado " poliamor " que separa la monogamia social de la monogamia sexual.
Estas nuevas tendencias revelan que las formas de relacionarse de las personas no pueden naturalizarse, sino que se trata de construcciones que dependen de factores históricos, sociales y culturales.



Por el doctor Andrés Flichman, médico psiquiatra y sexólogo clínico, miembro de la comisión directiva de la Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad.

ARCHIVO DEL BLOG =
SIGUEME EN TWITTER :
http://twitter.com/@eduardocossin

BUSQUEDA = ( Palabra clave )