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REFLEXIONES....
Eduardo Cossin
PODEMOS ELEGIR COMO CONDUCIRNOS EN LA VIDA Y ESTO DETERMINARA LA CALIDAD DE VIDA QUE TENGAMOS .
PODEMOS DECIR MUCHO Y MUY PROFUNDO SIN NECESIDAD DE EXTENDERNOS MAS ALLA DE LO NECESARIO.
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PODEMOS DECIR MUCHO Y MUY PROFUNDO SIN NECESIDAD DE EXTENDERNOS MAS ALLA DE LO NECESARIO.
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martes, 31 de julio de 2012
HOMICIDIOS EN GUATEMALA
TURISMO MORBO
Narcotráfico: crece en México el turismo morboLos turistas visitan barrios peligrosos y escenas de crímenes
violentosPor Florencia Pereira Cabrera
CIUDAD DE MEXICO.-
Cuando uno piensa en un safari, seguramente analizará trasladarse a Africa, a la
selva o la sabana con animales peligrosos. Sin embargo, en pleno corazón de
Ciudad de México, uno puede realizar un safari por el barrio bravo de Tepito,
uno de los tantos tours de turismo negro que se ofrecen en el país.
"Por la adrenalina que trae la gente para visitar el barrio, los llamamos «safaris». Tepito tiene el principal nicho de devoción a la Santa Muerte y su fama de barrio bravo hace que les resulte atractivo a los turistas", cuenta a La Nacion, Alfonso Hernández, director del Centro de Estudios Tepiteños y organizador de los paseos.
La visita al barrio también puede incluir entrevistarse con familiares de jóvenes baleados así como visitar depósitos de piratería, zonas con rastros de sangre e incluso lugares de venta de drogas, según afirma el estudio "Perspectivas turísticas" del Grupo Multisistemas de Seguridad Industrial (GMSI).
El barrio de Tepito es parte de la lista de lugares considerados destinos de morbo que se pueden encontrar en México.
Según el informe de GMSI, hoy la industria del turismo morbo tiene ingresos equivalentes a una cuarta parte de los generados por los destinos de playa en baja temporada, y el sector ha crecido como consecuencia de la lucha contra el narcotráfico.
"Existe un nicho de mercado turístico desconocido, en el que la gente busca estar en lugares donde se han registrado ajustes de cuentas y hechos violentos. La propaganda de la guerra contra el narcotráfico capturó este tipo de visitantes de morbo que piden ver rastros de balaceras, ropa empleada por ejecutados y testimonios de gente que vio esos hechos de sangre", dice a LA NACION Alejandro Desfassiaux, presidente de GMSI.
De acuerdo con GMSI, los clientes de este tipo de tours son generalmente estadounidense o europeos de 35 años de edad promedio con alta capacidad económica en busca de emociones "fuertes".
"Los interesados en estos tours buscan relacionarse con hechos insólitos de gran sufrimiento, hechos pensados para disparar la adrenalina", agrega Desfassiaux.
Inmigrantes ilegales
Además, si se busca vivir la experiencia de ser un indocumentado, pero uno no se anima a cruzar el muro que divide México de Estados Unidos, el parque EcoAlberto, en el central estado de Hidalgo, puede ser una buena opción. Allí, los turistas pueden experimentar un simulacro de cómo un clandestino cruza la frontera con Estados Unidos.
Desde hace seis años se ofrecen recorridos por 24 dólares que incluyen la simulación de un asalto, el cruce por el desierto o el río, y la persecución de las camionetas que imitan a las de la patrulla fronteriza.
El grupo es guiado por "polleros" o "coyotes" que en su mayoría son ex ilegales que hicieron los recorridos reales en la frontera que separa a México de Estados Unidos y conocen bien los peligros y situaciones a los que se enfrentan los mexicanos.
"Los recorridos duran cuatro horas y salen los sábados en la noche. Los grupos pueden llegar a tener 400 personas y la idea es concientizar sobre los peligros que enfrentan los ilegales al cruzar la frontera", afirma Maribel García, promotora del parque, y quien afirma que cada vez tienen más demanda del recorrido tanto de turistas nacionales como extranjeros.
En la frontera norte también existe la posibilidad de conocer, mediante el pago de 750 dólares, la verdadera historia de los inmigrantes haciendo el tour que entre otras visitas incluye ir a un refugio de indocumentados deportados y tener entrevistas personales con ellos.
Los conflictos sociales como los que se viven en el sudeste mexicano como el caso de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) o el de Chiapas, con el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) también son un foco de atracción para los turistas extranjeros.
Global Exchange ofrece salidas a Chiapas y Oaxaca para que se conozca la situación de los zapatistas y de los integrantes de la APPO.
El recorrido a Chiapas toma nueve días e incluye hospedaje, transporte terrestre, intérpretes, materiales de orientación y lectura de preparación.
Este viaje incluye una charla sobre el impacto que ha tenido el tratado de libre comercio y las políticas neoliberales en las comunidades indígenas, al igual que debates y mesas redondas sobre los problemas por los que atraviesan esos pueblos.
El turismo negro ha representado un área de oportunidad para algunos operadores turísticos. Sin embargo, también ha contribuido a dar a conocer una parte del país que los operadores tradicionales preferirían ocultar.
"El turismo negro incrementa la mala percepción de los hechos sangrientos y de violencia, lo que inhibe hasta en 15 por ciento en promedio la afluencia de turistas de playa, médico o empresarial", concluye Desfassiaux.
"Por la adrenalina que trae la gente para visitar el barrio, los llamamos «safaris». Tepito tiene el principal nicho de devoción a la Santa Muerte y su fama de barrio bravo hace que les resulte atractivo a los turistas", cuenta a La Nacion, Alfonso Hernández, director del Centro de Estudios Tepiteños y organizador de los paseos.
La visita al barrio también puede incluir entrevistarse con familiares de jóvenes baleados así como visitar depósitos de piratería, zonas con rastros de sangre e incluso lugares de venta de drogas, según afirma el estudio "Perspectivas turísticas" del Grupo Multisistemas de Seguridad Industrial (GMSI).
El barrio de Tepito es parte de la lista de lugares considerados destinos de morbo que se pueden encontrar en México.
Según el informe de GMSI, hoy la industria del turismo morbo tiene ingresos equivalentes a una cuarta parte de los generados por los destinos de playa en baja temporada, y el sector ha crecido como consecuencia de la lucha contra el narcotráfico.
"Existe un nicho de mercado turístico desconocido, en el que la gente busca estar en lugares donde se han registrado ajustes de cuentas y hechos violentos. La propaganda de la guerra contra el narcotráfico capturó este tipo de visitantes de morbo que piden ver rastros de balaceras, ropa empleada por ejecutados y testimonios de gente que vio esos hechos de sangre", dice a LA NACION Alejandro Desfassiaux, presidente de GMSI.
De acuerdo con GMSI, los clientes de este tipo de tours son generalmente estadounidense o europeos de 35 años de edad promedio con alta capacidad económica en busca de emociones "fuertes".
"Los interesados en estos tours buscan relacionarse con hechos insólitos de gran sufrimiento, hechos pensados para disparar la adrenalina", agrega Desfassiaux.
Inmigrantes ilegales
Además, si se busca vivir la experiencia de ser un indocumentado, pero uno no se anima a cruzar el muro que divide México de Estados Unidos, el parque EcoAlberto, en el central estado de Hidalgo, puede ser una buena opción. Allí, los turistas pueden experimentar un simulacro de cómo un clandestino cruza la frontera con Estados Unidos.
Desde hace seis años se ofrecen recorridos por 24 dólares que incluyen la simulación de un asalto, el cruce por el desierto o el río, y la persecución de las camionetas que imitan a las de la patrulla fronteriza.
El grupo es guiado por "polleros" o "coyotes" que en su mayoría son ex ilegales que hicieron los recorridos reales en la frontera que separa a México de Estados Unidos y conocen bien los peligros y situaciones a los que se enfrentan los mexicanos.
"Los recorridos duran cuatro horas y salen los sábados en la noche. Los grupos pueden llegar a tener 400 personas y la idea es concientizar sobre los peligros que enfrentan los ilegales al cruzar la frontera", afirma Maribel García, promotora del parque, y quien afirma que cada vez tienen más demanda del recorrido tanto de turistas nacionales como extranjeros.
En la frontera norte también existe la posibilidad de conocer, mediante el pago de 750 dólares, la verdadera historia de los inmigrantes haciendo el tour que entre otras visitas incluye ir a un refugio de indocumentados deportados y tener entrevistas personales con ellos.
Los conflictos sociales como los que se viven en el sudeste mexicano como el caso de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) o el de Chiapas, con el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) también son un foco de atracción para los turistas extranjeros.
Global Exchange ofrece salidas a Chiapas y Oaxaca para que se conozca la situación de los zapatistas y de los integrantes de la APPO.
El recorrido a Chiapas toma nueve días e incluye hospedaje, transporte terrestre, intérpretes, materiales de orientación y lectura de preparación.
Este viaje incluye una charla sobre el impacto que ha tenido el tratado de libre comercio y las políticas neoliberales en las comunidades indígenas, al igual que debates y mesas redondas sobre los problemas por los que atraviesan esos pueblos.
El turismo negro ha representado un área de oportunidad para algunos operadores turísticos. Sin embargo, también ha contribuido a dar a conocer una parte del país que los operadores tradicionales preferirían ocultar.
"El turismo negro incrementa la mala percepción de los hechos sangrientos y de violencia, lo que inhibe hasta en 15 por ciento en promedio la afluencia de turistas de playa, médico o empresarial", concluye Desfassiaux.
Artículo escrito por Florencia Pereira Cabrera para LA
NACIÓN,
de
cuyo sitio web www.lanacion.com.ar lo
tomamos. Gracias!
Publicado en http://www.forodeseguridad.com/artic/reflex/8165.htm
SUFRIMIENTO Y COMPASION
Sufrimiento, compasión y compromiso socio-político
Uno de los fenómenos sociales más importantes es la movilización actual de la sociedad civil a favor de un mundo más justo y solidario. La convicción de que otro mundo mejor es posible se ha extendido por todas partes, y el clamor universal por un Nuevo Mundo solidario, sin pobreza e injusticias, es hoy incesante. El concepto de Nuevo Mundo representa, ya desde el descubrimiento de América, el horizonte utópico de una vida mejor. La apelación a un Nuevo Mundo está hoy omnipresente y a ello hace referencia el título de Hacia un Nuevo Mundo, haciéndose eco de esta aspiración universal.
Este clamor social responde a una nueva sensibilidad ético-utópica emergente en la sociedad civil de nuestro tiempo, en la convergencia y superación tanto de la modernidad como del comunitarismo. Esta sensibilidad conduce a la configuración progresiva de los perfiles de un nuevo proyecto de acción en común para el desarrollo universal solidario y a las estrategias de gestión política que pueden conducir a promoverlo eficazmente. La lógica de la filosofía de la historia confluye hoy en la emergencia de un nuevo protagonismo histórico de la sociedad civil en la gestión eficiente que nos conduzca a un Nuevo Mundo.
Más allá de la obra asistencial de las ONG, la Filosofía Política establece el marco conceptual hacia un nuevo nivel cualitativo del compromiso de la sociedad civil con el Nuevo Mundo. La sociedad civil deberá organizarse eficazmente en un movimiento solidario de alcance internacional, no para sustituir sino para controlar al poder político y forzar el avance real hacia el Nuevo Mundo. Hacia un Nuevo Mundo describe la filosofía y estructura funcional de la organización internacional de acción civil Nuevo Mundo hacia este nuevo protagonismo histórico emergente de la sociedad civil. La Filosofía Política comienza hoy a perfilarse: pero faltan los líderes civiles que sepan afrontar el riesgo de hacer nacer a Nuevo Mundo.
Uno de los fenómenos sociales más importantes es la movilización actual de la sociedad civil a favor de un mundo más justo y solidario. La convicción de que otro mundo mejor es posible se ha extendido por todas partes, y el clamor universal por un Nuevo Mundo solidario, sin pobreza e injusticias, es hoy incesante. El concepto de Nuevo Mundo representa, ya desde el descubrimiento de América, el horizonte utópico de una vida mejor. La apelación a un Nuevo Mundo está hoy omnipresente y a ello hace referencia el título de Hacia un Nuevo Mundo, haciéndose eco de esta aspiración universal.
Este clamor social responde a una nueva sensibilidad ético-utópica emergente en la sociedad civil de nuestro tiempo, en la convergencia y superación tanto de la modernidad como del comunitarismo. Esta sensibilidad conduce a la configuración progresiva de los perfiles de un nuevo proyecto de acción en común para el desarrollo universal solidario y a las estrategias de gestión política que pueden conducir a promoverlo eficazmente. La lógica de la filosofía de la historia confluye hoy en la emergencia de un nuevo protagonismo histórico de la sociedad civil en la gestión eficiente que nos conduzca a un Nuevo Mundo.
Más allá de la obra asistencial de las ONG, la Filosofía Política establece el marco conceptual hacia un nuevo nivel cualitativo del compromiso de la sociedad civil con el Nuevo Mundo. La sociedad civil deberá organizarse eficazmente en un movimiento solidario de alcance internacional, no para sustituir sino para controlar al poder político y forzar el avance real hacia el Nuevo Mundo. Hacia un Nuevo Mundo describe la filosofía y estructura funcional de la organización internacional de acción civil Nuevo Mundo hacia este nuevo protagonismo histórico emergente de la sociedad civil. La Filosofía Política comienza hoy a perfilarse: pero faltan los líderes civiles que sepan afrontar el riesgo de hacer nacer a Nuevo Mundo.
La compasión ante el sufrimiento real
El sufrimiento humano es algo desgarrador. Pesa como una angustia insoportable y una tensión agotadora sobre quien lo sufre. Cuando cae sobre nuestra vida –y en algún momento caerá– tenemos la experiencia real del sufrimiento. Pero cuando observamos el sufrimiento de los demás no es lo mismo. Sabemos que se está sufriendo, pero no llegamos a interiorizar o “hacer nuestro” el sufrimiento de los demás. Si el que sufre está “padeciendo” sólo hacemos nuestra su “pasión” hasta un cierto punto. Sentir en profundidad la com-pasión con el sufrimiento ajeno es sin duda muestra de una noble sensibilidad humana. Pero no todo el mundo la tiene.
Es más: tenemos como un mecanismo de defensa que tiende a velarnos la percepción de que los demás están realmente sufriendo. Buscamos el bienestar y la felicidad individual. Este impulso individual nos hace ignorar el hecho de que gran parte de la humanidad sufre e incluso que personas cercanas a nosotros lo hacen. Tendemos incluso a ignorar que nuestra misma vida está inevitablemente abocada al sufrimiento, de una forma u otra, en uno u otro momento de nuestra existencia. Tendemos a absolutizar nuestro presente feliz, o aunque sea sólo “llevadero”, en nuestra individualidad, porque intuimos que es casi la única forma de vivir y de no volvernos locos. No sería soportable cargar en el presente con todo el sufrimiento de la humanidad y anticipar en él el drama que pesará finalmente sobre nuestras mismas vidas. Además sabemos que está justificado vivir nuestra vida, construyéndola lo mejor que podemos en el presente, y sabemos también que no está en nuestras manos ni resolver el sufrimiento de la humanidad ni evitar ni siquiera la parte de sufrimiento que pesará sobre nosotros.
Se nos impone el carpe diem. Pero un fondo de inquietud y dramatismo ante el sufrimiento, el de la humanidad y el nuestro, pesa inevitablemente sobre nosotros y nos exige un compromiso de lucha. Cuanto mayor es el sentimiento de compasión, con los demás y con el anticipo de nuestra propia vida sufriente, mayor es la exigencia moral de luchar contra el sufrimiento.
Esta conciencia de sufrimiento personal y el sentimiento de compasión universal es el origen de la urgencia moral en el compromiso en la lucha contra el sufrimiento. Admitimos que gran parte del sufrimiento es inevitable. Pero sabemos que otra gran parte es evitable. Por ello, la acción humana se ha comprometido por el trabajo en dominar el mundo: construir una casa, sembrar los campos, hallar remedios contra la enfermedad o construir artefactos que hagan la vida más fácil. Pero los grupos humanos han creado también sociedades que han pretendido organizar esta lucha de todos contra el sufrimiento evitable. Los movimientos socio-políticos que llenan la historia han propuesto proyectos de acción en común para una vida mejor. La oferta de asociaciones comunitarias, filosóficas, religiosas, ideológicas o políticas, compite en un inmenso mercado de proyectos de lucha contra el sufrimiento.
¿Dónde nos hallamos hoy en la lucha contra el sufrimiento? Sin duda, la humanidad ha alcanzado con su esfuerzo cotas importantes que han hecho posible una vida mejor para muchos en los países desarrollados. Aunque la felicidad es siempre algo muy subjetivo que puede alcanzarse incluso en la pobreza y en el sufrimiento, sin embargo, si lo juzgamos objetivamente, la felicidad parece depender de un conjunto de variables externas (pobreza, enfermedad, ausencia de conflicto interhumano, injusticia, etc.). La población de Estados Unidos o Europa vivía hace años en un contexto de mucha mayor pobreza y desamparo social frente a la enfermedad y el sufrimiento que en la actualidad. En los países desarrollados, los ricos o primer mundo, muchos viven mejor que hace cien años. Esto es un hecho. Sin duda se ha combatido el sufrimiento. Pero este hecho incuestionable, que no se pone en duda, no debe hacernos olvidar las dimensiones universales que sigue teniendo hoy el sufrimiento humano.
La angustia no se produce por cuanto ya ha sido alcanzado, y se ha hecho bien, sino por el inmenso sufrimiento que todavía existe y que clama al cielo pidiendo una solución urgente y pragmática. La geografía del sufrimiento no solo es todavía inmensa, sino que crece continuamente. La proporción entre quienes viven bien y los pobres crece continuamente a favor de los que sufren. Al contemplar la inmensidad del sufrimiento desde un sentimiento sincero y profundo de com-pasión se suscita una inevitable necesidad moral de hacer “lo que se pueda”, con urgencia y pragmatismo, por eliminar el sufrimiento evitable. Es la compasión sentida la que exige solucionar con urgencia y pragmatismo, por ejemplo, el sufrimiento actual, en este mismísimo momento, de millones y millones de madres con el corazón angustiado hasta la muerte por la tristeza de ver a sus hijos sin alimento abocados a la guerra o a ser devorados por la jungla caótica de la sociedad; o, igualmente, el sufrimiento actual de millones y millones de niños abandonados, dejados a su suerte, que acabarán en la marginación social, en la delincuencia o en la muerte prematura.
La geografía del sufrimiento evitable
Gran parte del sufrimiento que abruma a los seres humanos no es evitable, ni por las acciones individuales ni por la acción conjunta de la sociedad. No es evitable que debamos morir o sufrir enfermedades; no es evitable la escasez de recursos que nos limita en nuestras aspiraciones y nos obliga a repartir lo que hay; no es evitable el conflicto que se produce por multitud de causas afectivas y psicológicas entre los seres humanos. Sin embargo, muchos sufrimientos sí son evitables, al menos en parte, si como individuos y como sociedad sabemos tomar las medidas adecuadas para combatirlos. Así, podemos decir que, en parte, la pobreza, la injusticia, el desamparo, el hambre, la enfermedad, las guerras, los enfrentamientos y conflictos interhumanos, etc., serían evitables, si acertáramos en tomar las medidas adecuadas, tanto en el comportamiento individual como en las actuaciones de la sociedad nacional e internacional. Podemos decir que esta geografía del sufrimiento evitable se manifiesta en cuatro dimensiones.
La primera dimensión es el subdesarrollo en países del segundo y del tercer mundo. Es la mayor parte de la humanidad. Así como los ricos tienen natalidad reducida, los pobres, en cambio, crecen sin control. Son países desorganizados donde el individuo se ve abandonado y desamparado dramáticamente: falta de trabajo, pobreza endémica, recursos escasos, desamparo social y sanitario, injusticia, delincuencia, desesperación, emigración… El mundo de los desamparados crece proporcionalmente haciéndose más y más dominante, aunque al mismo tiempo sectores de la población mundial desarrollada aumenten continuamente su riqueza.
La segunda dimensión es la indigencia de un sector importante de la población en los países desarrollados, en el primer mundo, y también en el segundo. El hecho es que gran parte de la población del primer y segundo mundo han accedido al disfrute de medios antes insospechados, pero en realidad viven en gran indigencia y con angustia por la supervivencia: temor ante la pérdida del trabajo, la injusticia, la insuficiencia de los recursos, las necesidades personales y familiares, el duro trabajo, la pobreza, la vivienda… Esta indigencia se ve de forma extrema en la enorme masa de inmigrantes, provenientes del tercer mundo, que dentro del primer o segundo mundo viven en condiciones extremas de sufrimiento, como ciudadanos de tercera sometidos con frecuencia a continua humillación, explotación e incertidumbre sobre el futuro.
La tercera dimensión es la violencia que se ha convertido también en una de las causas más hirientes de sufrimiento. Las guerras producidas en el pasado (pensemos sólo en el siglo XX) causaron una inmensa cantidad de sufrimiento. Terminada la segunda guerra mundial siguieron por aquí y por allá una serie interminable de conflictos violentos en diversas partes del mundo. Pero no es sólo esto: es la continua violencia presente dentro de muchísimos países (pensemos en la violencia institucional obrada por muchas dictaduras o en los movimientos represivos y terroristas). Sin embargo, la delincuencia y la agresividad en países del tercer mundo, del segundo y del primero, se ha convertido en un factor relevante de sufrimiento que, en algunos países, da lugar a cientos de asesinatos en un solo día, sumiendo al conjunto de la población a una psicosis de angustia y de incertidumbre interminable.
La cuarta dimensión es el conflicto interpersonal que se produce entre los individuos y se convierte en una fuente continua de sufrimiento. En la vida ordinaria la actitud y las acciones de unos sobre otros, el conflicto desencadenado sólo por nuestras decisiones individuales y por la forma de actuar sobre los demás, hiere profundamente, humilla, muestra el desamor continuo y una cruel insolidaridad. Somos nosotros mismos la fuente de sufrimiento que pesa dramáticamente sobre los demás. Muchos de estos sufrimientos serían evitables, si estuviéramos preparados para ello.
Cómo luchar contra el sufrimiento evitable
La verdad es que está en nuestras manos conseguir que todos los países entren en el desarrollo, de acuerdo con sus propias culturas, tradiciones e historia. Países mejor organizados eliminarían una parte sustancial del dramático sufrimiento hoy existente (primera dimensión). A su vez, los países desarrollados tienen los medios para amparar el sufrimiento de esos sectores de la población marginados, sometidos a situaciones extremas de angustia y desamparo (segunda dimensión). Las guerras podrían también evitarse si la humanidad consiguiera eliminar la tensión nacional e internacional. Igualmente la violencia que se genera en la pobreza, en el abandono y en la marginación de los pobres (tercera dimensión). Por último, el sufrimiento que nos infligimos unos a otros podría también eliminarse en parte si los individuos aprendieran a obrar de una forma distinta (cuarta dimensión).
Ahora bien, ¿cómo podría llegarse a eliminar el sufrimiento evitable, es decir, el producido por la incorrección de nuestras acciones individuales y colectivas? La respuesta está ya dada desde hace muchos tiempo por muchos autores, escuelas de pensamiento y, además, es intuida por la mayor parte de las personas. No vamos a descubrir ahora una solución nueva y sorprendente. Las vías de solución parecen obvias.
La primera vía debería ser la colaboración internacional para el desarrollo de los más pobres. Esto supondría disponer de vías de financiación del gasto para el desarrollo mundial que debiera universalizar el trabajo, la sanidad, la protección social, la educación, etc. La segunda vía debería responder a la política interna de los países desarrollados para combatir las importantes bolsas de marginación de sus ciudadanos. Ello supondría la financiación del necesario gasto social interno. La tercera vía sería el establecimiento consecuente de un nuevo orden de relación entre los países que evitara las guerras, estableciera la paz y, a través del desarrollo, fuera suprimiendo también las causas de la violencia surgida de la marginación, tanto en el tercer mundo como en el primero o segundo. La cuarta vía sería la educación que acompañaría al desarrollo y al amparo social de la población en los países desarrollados. Una educación bien enfocada debería contribuir a eliminar en parte y a humanizar las relaciones entre los seres humanos.
La urgencia pragmática del compromiso socio-político
Pero, si sentimos sinceramente compasión con el inmenso sufrimiento actual de la humanidad y nos vemos impulsados por nuestra conciencia moral a dar una respuesta inmediata, urgente y pragmática (puesto que el sufrimiento actual, en el momento presente, es terrible y no admite demoras), ¿qué es entonces lo que se puede hacer? En Hacia un Nuevo Mundo he argumentado que, frente a una sociedad política que sigue las pautas de hace siglos, sin resolver los problemas, comienza a configurarse hoy en día la emergencia de un nuevo protagonismo histórico que podría resultar decisivo en la lucha contra el sufrimiento: la sociedad civil. Si la sociedad civil se organizara en una dimensión internacional, al margen de los partidos políticos, podría constituirse en una fuerza de presión que forzara la reconducción de las políticas nacionales e internacionales hacia una lucha final contra el sufrimiento humano. En HNM hemos argumentado ampliamente cómo debería diseñarse y organizarse este movimiento de acción civil, que hemos denominado precisamente Nuevo Mundo, para que realmente pudiera surgir y alcanzar sus objetivos. Estas ideas son las que, en último término iremos comentando en este blog.
Desde el momento en que entendemos que Nuevo Mundo sería posible (es decir, sería posible emprender su organización), no hacerlo (renunciando a la vía posible para luchar con urgencia y pragmatismo contra el sufrimiento humano) equivaldría a no responder rectamente a la propia conciencia moral que nos urge al compromiso contra el sufrimiento humano. Esta fuerza moral, apoyada en un proyecto teórico bien diseñado, debería hacer surgir los líderes civiles que podrían iniciar uno de los movimientos de acción civil que, si triunfara, tendría consecuencias transcendentales para la historia de la humanidad.
El sufrimiento humano es algo desgarrador. Pesa como una angustia insoportable y una tensión agotadora sobre quien lo sufre. Cuando cae sobre nuestra vida –y en algún momento caerá– tenemos la experiencia real del sufrimiento. Pero cuando observamos el sufrimiento de los demás no es lo mismo. Sabemos que se está sufriendo, pero no llegamos a interiorizar o “hacer nuestro” el sufrimiento de los demás. Si el que sufre está “padeciendo” sólo hacemos nuestra su “pasión” hasta un cierto punto. Sentir en profundidad la com-pasión con el sufrimiento ajeno es sin duda muestra de una noble sensibilidad humana. Pero no todo el mundo la tiene.
Es más: tenemos como un mecanismo de defensa que tiende a velarnos la percepción de que los demás están realmente sufriendo. Buscamos el bienestar y la felicidad individual. Este impulso individual nos hace ignorar el hecho de que gran parte de la humanidad sufre e incluso que personas cercanas a nosotros lo hacen. Tendemos incluso a ignorar que nuestra misma vida está inevitablemente abocada al sufrimiento, de una forma u otra, en uno u otro momento de nuestra existencia. Tendemos a absolutizar nuestro presente feliz, o aunque sea sólo “llevadero”, en nuestra individualidad, porque intuimos que es casi la única forma de vivir y de no volvernos locos. No sería soportable cargar en el presente con todo el sufrimiento de la humanidad y anticipar en él el drama que pesará finalmente sobre nuestras mismas vidas. Además sabemos que está justificado vivir nuestra vida, construyéndola lo mejor que podemos en el presente, y sabemos también que no está en nuestras manos ni resolver el sufrimiento de la humanidad ni evitar ni siquiera la parte de sufrimiento que pesará sobre nosotros.
Se nos impone el carpe diem. Pero un fondo de inquietud y dramatismo ante el sufrimiento, el de la humanidad y el nuestro, pesa inevitablemente sobre nosotros y nos exige un compromiso de lucha. Cuanto mayor es el sentimiento de compasión, con los demás y con el anticipo de nuestra propia vida sufriente, mayor es la exigencia moral de luchar contra el sufrimiento.
Esta conciencia de sufrimiento personal y el sentimiento de compasión universal es el origen de la urgencia moral en el compromiso en la lucha contra el sufrimiento. Admitimos que gran parte del sufrimiento es inevitable. Pero sabemos que otra gran parte es evitable. Por ello, la acción humana se ha comprometido por el trabajo en dominar el mundo: construir una casa, sembrar los campos, hallar remedios contra la enfermedad o construir artefactos que hagan la vida más fácil. Pero los grupos humanos han creado también sociedades que han pretendido organizar esta lucha de todos contra el sufrimiento evitable. Los movimientos socio-políticos que llenan la historia han propuesto proyectos de acción en común para una vida mejor. La oferta de asociaciones comunitarias, filosóficas, religiosas, ideológicas o políticas, compite en un inmenso mercado de proyectos de lucha contra el sufrimiento.
¿Dónde nos hallamos hoy en la lucha contra el sufrimiento? Sin duda, la humanidad ha alcanzado con su esfuerzo cotas importantes que han hecho posible una vida mejor para muchos en los países desarrollados. Aunque la felicidad es siempre algo muy subjetivo que puede alcanzarse incluso en la pobreza y en el sufrimiento, sin embargo, si lo juzgamos objetivamente, la felicidad parece depender de un conjunto de variables externas (pobreza, enfermedad, ausencia de conflicto interhumano, injusticia, etc.). La población de Estados Unidos o Europa vivía hace años en un contexto de mucha mayor pobreza y desamparo social frente a la enfermedad y el sufrimiento que en la actualidad. En los países desarrollados, los ricos o primer mundo, muchos viven mejor que hace cien años. Esto es un hecho. Sin duda se ha combatido el sufrimiento. Pero este hecho incuestionable, que no se pone en duda, no debe hacernos olvidar las dimensiones universales que sigue teniendo hoy el sufrimiento humano.
La angustia no se produce por cuanto ya ha sido alcanzado, y se ha hecho bien, sino por el inmenso sufrimiento que todavía existe y que clama al cielo pidiendo una solución urgente y pragmática. La geografía del sufrimiento no solo es todavía inmensa, sino que crece continuamente. La proporción entre quienes viven bien y los pobres crece continuamente a favor de los que sufren. Al contemplar la inmensidad del sufrimiento desde un sentimiento sincero y profundo de com-pasión se suscita una inevitable necesidad moral de hacer “lo que se pueda”, con urgencia y pragmatismo, por eliminar el sufrimiento evitable. Es la compasión sentida la que exige solucionar con urgencia y pragmatismo, por ejemplo, el sufrimiento actual, en este mismísimo momento, de millones y millones de madres con el corazón angustiado hasta la muerte por la tristeza de ver a sus hijos sin alimento abocados a la guerra o a ser devorados por la jungla caótica de la sociedad; o, igualmente, el sufrimiento actual de millones y millones de niños abandonados, dejados a su suerte, que acabarán en la marginación social, en la delincuencia o en la muerte prematura.
La geografía del sufrimiento evitable
Gran parte del sufrimiento que abruma a los seres humanos no es evitable, ni por las acciones individuales ni por la acción conjunta de la sociedad. No es evitable que debamos morir o sufrir enfermedades; no es evitable la escasez de recursos que nos limita en nuestras aspiraciones y nos obliga a repartir lo que hay; no es evitable el conflicto que se produce por multitud de causas afectivas y psicológicas entre los seres humanos. Sin embargo, muchos sufrimientos sí son evitables, al menos en parte, si como individuos y como sociedad sabemos tomar las medidas adecuadas para combatirlos. Así, podemos decir que, en parte, la pobreza, la injusticia, el desamparo, el hambre, la enfermedad, las guerras, los enfrentamientos y conflictos interhumanos, etc., serían evitables, si acertáramos en tomar las medidas adecuadas, tanto en el comportamiento individual como en las actuaciones de la sociedad nacional e internacional. Podemos decir que esta geografía del sufrimiento evitable se manifiesta en cuatro dimensiones.
La primera dimensión es el subdesarrollo en países del segundo y del tercer mundo. Es la mayor parte de la humanidad. Así como los ricos tienen natalidad reducida, los pobres, en cambio, crecen sin control. Son países desorganizados donde el individuo se ve abandonado y desamparado dramáticamente: falta de trabajo, pobreza endémica, recursos escasos, desamparo social y sanitario, injusticia, delincuencia, desesperación, emigración… El mundo de los desamparados crece proporcionalmente haciéndose más y más dominante, aunque al mismo tiempo sectores de la población mundial desarrollada aumenten continuamente su riqueza.
La segunda dimensión es la indigencia de un sector importante de la población en los países desarrollados, en el primer mundo, y también en el segundo. El hecho es que gran parte de la población del primer y segundo mundo han accedido al disfrute de medios antes insospechados, pero en realidad viven en gran indigencia y con angustia por la supervivencia: temor ante la pérdida del trabajo, la injusticia, la insuficiencia de los recursos, las necesidades personales y familiares, el duro trabajo, la pobreza, la vivienda… Esta indigencia se ve de forma extrema en la enorme masa de inmigrantes, provenientes del tercer mundo, que dentro del primer o segundo mundo viven en condiciones extremas de sufrimiento, como ciudadanos de tercera sometidos con frecuencia a continua humillación, explotación e incertidumbre sobre el futuro.
La tercera dimensión es la violencia que se ha convertido también en una de las causas más hirientes de sufrimiento. Las guerras producidas en el pasado (pensemos sólo en el siglo XX) causaron una inmensa cantidad de sufrimiento. Terminada la segunda guerra mundial siguieron por aquí y por allá una serie interminable de conflictos violentos en diversas partes del mundo. Pero no es sólo esto: es la continua violencia presente dentro de muchísimos países (pensemos en la violencia institucional obrada por muchas dictaduras o en los movimientos represivos y terroristas). Sin embargo, la delincuencia y la agresividad en países del tercer mundo, del segundo y del primero, se ha convertido en un factor relevante de sufrimiento que, en algunos países, da lugar a cientos de asesinatos en un solo día, sumiendo al conjunto de la población a una psicosis de angustia y de incertidumbre interminable.
La cuarta dimensión es el conflicto interpersonal que se produce entre los individuos y se convierte en una fuente continua de sufrimiento. En la vida ordinaria la actitud y las acciones de unos sobre otros, el conflicto desencadenado sólo por nuestras decisiones individuales y por la forma de actuar sobre los demás, hiere profundamente, humilla, muestra el desamor continuo y una cruel insolidaridad. Somos nosotros mismos la fuente de sufrimiento que pesa dramáticamente sobre los demás. Muchos de estos sufrimientos serían evitables, si estuviéramos preparados para ello.
Cómo luchar contra el sufrimiento evitable
La verdad es que está en nuestras manos conseguir que todos los países entren en el desarrollo, de acuerdo con sus propias culturas, tradiciones e historia. Países mejor organizados eliminarían una parte sustancial del dramático sufrimiento hoy existente (primera dimensión). A su vez, los países desarrollados tienen los medios para amparar el sufrimiento de esos sectores de la población marginados, sometidos a situaciones extremas de angustia y desamparo (segunda dimensión). Las guerras podrían también evitarse si la humanidad consiguiera eliminar la tensión nacional e internacional. Igualmente la violencia que se genera en la pobreza, en el abandono y en la marginación de los pobres (tercera dimensión). Por último, el sufrimiento que nos infligimos unos a otros podría también eliminarse en parte si los individuos aprendieran a obrar de una forma distinta (cuarta dimensión).
Ahora bien, ¿cómo podría llegarse a eliminar el sufrimiento evitable, es decir, el producido por la incorrección de nuestras acciones individuales y colectivas? La respuesta está ya dada desde hace muchos tiempo por muchos autores, escuelas de pensamiento y, además, es intuida por la mayor parte de las personas. No vamos a descubrir ahora una solución nueva y sorprendente. Las vías de solución parecen obvias.
La primera vía debería ser la colaboración internacional para el desarrollo de los más pobres. Esto supondría disponer de vías de financiación del gasto para el desarrollo mundial que debiera universalizar el trabajo, la sanidad, la protección social, la educación, etc. La segunda vía debería responder a la política interna de los países desarrollados para combatir las importantes bolsas de marginación de sus ciudadanos. Ello supondría la financiación del necesario gasto social interno. La tercera vía sería el establecimiento consecuente de un nuevo orden de relación entre los países que evitara las guerras, estableciera la paz y, a través del desarrollo, fuera suprimiendo también las causas de la violencia surgida de la marginación, tanto en el tercer mundo como en el primero o segundo. La cuarta vía sería la educación que acompañaría al desarrollo y al amparo social de la población en los países desarrollados. Una educación bien enfocada debería contribuir a eliminar en parte y a humanizar las relaciones entre los seres humanos.
La urgencia pragmática del compromiso socio-político
Pero, si sentimos sinceramente compasión con el inmenso sufrimiento actual de la humanidad y nos vemos impulsados por nuestra conciencia moral a dar una respuesta inmediata, urgente y pragmática (puesto que el sufrimiento actual, en el momento presente, es terrible y no admite demoras), ¿qué es entonces lo que se puede hacer? En Hacia un Nuevo Mundo he argumentado que, frente a una sociedad política que sigue las pautas de hace siglos, sin resolver los problemas, comienza a configurarse hoy en día la emergencia de un nuevo protagonismo histórico que podría resultar decisivo en la lucha contra el sufrimiento: la sociedad civil. Si la sociedad civil se organizara en una dimensión internacional, al margen de los partidos políticos, podría constituirse en una fuerza de presión que forzara la reconducción de las políticas nacionales e internacionales hacia una lucha final contra el sufrimiento humano. En HNM hemos argumentado ampliamente cómo debería diseñarse y organizarse este movimiento de acción civil, que hemos denominado precisamente Nuevo Mundo, para que realmente pudiera surgir y alcanzar sus objetivos. Estas ideas son las que, en último término iremos comentando en este blog.
Desde el momento en que entendemos que Nuevo Mundo sería posible (es decir, sería posible emprender su organización), no hacerlo (renunciando a la vía posible para luchar con urgencia y pragmatismo contra el sufrimiento humano) equivaldría a no responder rectamente a la propia conciencia moral que nos urge al compromiso contra el sufrimiento humano. Esta fuerza moral, apoyada en un proyecto teórico bien diseñado, debería hacer surgir los líderes civiles que podrían iniciar uno de los movimientos de acción civil que, si triunfara, tendría consecuencias transcendentales para la historia de la humanidad.
Javier Monserrat
05/02/2011
RELIGION Y OBJETIVOS "SAGRADOS"
La fuerza de los objetivos “sagrados”
Algunas de las conclusiones más importantes derivadas del análisis de resultados señalan, por ejemplo, que los rituales religiosos –como la oración o la meditación- afectarían a partes de la corteza del cerebro humano que resultan claves en la autorregulación y el autocontrol.
Otros estudios sugieren, además, que las imágenes religiosas y la lectura de los libros sagrados potenciarían funciones auto-reguladoras similares.
Por otro lado, se ha detectado que cuando la gente cree que sus objetivos son “sagrados”, emplea más energía y esfuerzo en alcanzar dichos objetivos, por lo que actúan de forma centrada, y finalmente son más efectivos en sus logros.
Además, los estilos de vida religiosos contribuyen al autocontrol porque proporcionan a los individuos modelos claros de comportamiento. La gente está así más atenta a lo que hace, e incluso puede sentir que Dios vigila su forma de actuar.
Estos modelos de comportamiento varían entre unas religiones y otras, pero algunos valores específicos resultan de gran importancia para diversas religiones, como la judía, la cristiana o la musulmana. En todos estos casos, se valora más las relaciones sociales positivas y la armonía social que el individualismo y el hedonismo, que requieren menor autocontrol.
Publicado en Tendencias 21
Algunas de las conclusiones más importantes derivadas del análisis de resultados señalan, por ejemplo, que los rituales religiosos –como la oración o la meditación- afectarían a partes de la corteza del cerebro humano que resultan claves en la autorregulación y el autocontrol.
Otros estudios sugieren, además, que las imágenes religiosas y la lectura de los libros sagrados potenciarían funciones auto-reguladoras similares.
Por otro lado, se ha detectado que cuando la gente cree que sus objetivos son “sagrados”, emplea más energía y esfuerzo en alcanzar dichos objetivos, por lo que actúan de forma centrada, y finalmente son más efectivos en sus logros.
Además, los estilos de vida religiosos contribuyen al autocontrol porque proporcionan a los individuos modelos claros de comportamiento. La gente está así más atenta a lo que hace, e incluso puede sentir que Dios vigila su forma de actuar.
Estos modelos de comportamiento varían entre unas religiones y otras, pero algunos valores específicos resultan de gran importancia para diversas religiones, como la judía, la cristiana o la musulmana. En todos estos casos, se valora más las relaciones sociales positivas y la armonía social que el individualismo y el hedonismo, que requieren menor autocontrol.
Publicado en Tendencias 21
LA RELIGION COMO REGULADOR DEL COMPORTAMIENTO HUMANO
La religión es un eficaz regulador del comportamiento humano
Ochenta años de investigaciones confirman que los individuos religiosos son más persistentes y más eficientes en la consecución de los objetivos
Las personas religiosas tienen mayor capacidad de autocontrol que las no religiosas, señalan los resultados de la revisión de las investigaciones realizadas a este respecto en los últimos ochenta años. Así, se ha descubierto, por ejemplo, que ciertos rituales religiosos –como la oración o la meditación- afectan a partes de la corteza del cerebro humano que resultan claves en la autorregulación y el autocontrol. Por otro lado, las religiones contribuyen al autocontrol porque proporcionan a los individuos modelos claros de comportamiento. Esta autorregulación permite que los individuos religiosos sean más persistentes y más eficientes en la consecución de los objetivos que para ellos resultan “sagrados”. Una vez conocido el mecanismo, según los científicos, éste puede ser “copiado” por cualquier individuo para implementar cualquier resultado. Por Yaiza Martínez.
EL SENTIMIENTO DE LA COMPASION
Todas las grandes religiones dan mucha importancia a la compasión. Ya se trate de la parábola del buen samaritano del cristianismo, de los “trece atributos de la compasión” del judaísmo o de la afirmación de Buda de que “nuestra práctica consiste en amar la bondad y la compasión”, la empatía con el sufrimiento de los demás se considera una virtud especial que tiene el poder de cambiar el mundo. El Dalai Lama expresa a menudo esta idea y sostiene que las experiencias individuales de compasión se irradian hacia fuera y aumentan la armonía para todos.
Como psicólogo social interesado en los sentimientos, hace mucho que me pregunto si esta comprensión espiritual de la compasión es también científicamente cierta. Desde el punto de vista empírico, ¿la experiencia de la compasión hacia una persona afecta nuestras acciones y actitudes hacia otras? De ser así, ¿hay medidas prácticas que podamos tomar para seguir cultivando ese sentimiento? Hace poco, mis colegas y yo llevamos a cabo experimentos que dieron una respuesta positiva a ambas preguntas.
En un experimento, publicado en el Journal of Experimental Social Psychology, reclutamos voluntarios para que tomaran parte en un estudio que en apariencia se refería a la relación de la capacidad matemática con la percepción del gusto pero que, en realidad, era un estudio de cómo la experiencia de la compasión afecta nuestro comportamiento.
A un participante real y a dos cómplices (que secretamente trabajaban para nosotros) se les dijo que tenían cuatro minutos para resolver tantos problemas matemáticos como pudieran de una lista de veinte y que recibirían 50 centavos por cada uno que resolvieran correctamente. La cantidad promedio de problemas resueltos fue de cuatro. Al terminarse el tiempo, el investigador se acercó a cada persona para preguntarle cuántos problemas había resuelto, pagarle la suma acordada y hacer que la persona introdujera su trabajo en una trituradora.
La situación estaba arreglada para que el investigador se quedara sin dinero antes de pagarle a la última persona, Dan, uno de los cómplices. Mientras el investigador iba a buscar más dinero, Dan introdujo su trabajo en la trituradora a la vista de todos. Cuando el investigador volvió, Dan le dijo que había completado los veinte problemas y que había destruido su trabajo para ahorrar tiempo. El investigador le pagó los 10 dólares que le correspondían. Pero era evidente para todos que Dan había hecho trampa. (También había una variante “de control” en la que Dan no hacía trampa.) Después, todos pasaron a la fase de “percepción del gusto”. En ella, los participantes preparaban muestras de sabores que debían probar los demás. A los participantes reales les tocaba preparar la muestra de Dan. Esta muestra les exigía verter una salsa muy picante en un pequeño vaso. Se les hizo creer que todo el contenido del vasito sería colocado en la boca de Dan. ¿Qué hicieron? Los que vieron a Dan hacer trampa pusieron más salsa picante en el vaso que los que no presenciaron la trampa. Actuaban deliberadamente para causarle dolor.
¿Pero qué hay de la compasión? En una tercera variante, Dan hacía trampa pero, antes de preparar las muestras de sabores, la otra cómplice, Hannah, comenzaba a sollozar. Hacía poco se había enterado de que su hermano tenía una enfermedad terminal, decía. Los participantes y Dan continuaban como antes, aunque con resultados muy diferentes: los participantes que habían visto a Dan hacer trampa no colocaron más salsa picante que los que no lo habían presenciado. Antes de preparar las muestras de sabores, también habíamos dado a los participantes un cuestionario sobre sus sentimientos de ese momento. El grado de compasión que sentían predecía directamente la cantidad de salsa picante de menos que sirvieron a Dan.
Al parecer, el Dalai Lama tiene razón: la experiencia de la compasión hacia un solo individuo moldea nuestras acciones para con los demás.
En otro estudio, publicado en la revista Emotion, realizamos un experimento que en apariencia buscaba estudiar la percepción de la música pero que, en realidad, investigaba cómo pueden aumentarse los sentimientos de compasión. Nuestro presentimiento era que es más fácil sentir compasión cuando uno tiene cosas en común con otra persona. Entonces agrupamos a los participantes en equipos de dos: un participante real y un cómplice. Primero, debían tocar sensores con las manos según los tonos que oían a través de auriculares. En algunos casos, los tonos los llevaban a tocar los sensores en sincronía; en otros casos, los tonos los llevaban a tocar los sensores de un modo descoordinado.
A continuación, hicimos que los participantes observaran cómo su compañero era engañado por otro cómplice, lo que determinaba que al compañero se le asignara erróneamente la tarea de completar una serie de complicados ejercicios con palabras. Cuando se retiraban, se les informaba que, si lo deseaban, podían ayudar a sus compañeros a completar el trabajo que se les había asignado. Los resultados fueron sorprendentes: el simple acto de tocar los sensores en sincronía con otra persona hacía que los participantes informaran tener sentimientos más parecidos a los de sus compañeros y más compasión por sus dificultades.
Lo que indican estos resultados es que la compasión que sentimos por los demás no es sólo función de lo que les ocurre: si nuestra mente traza una asociación entre una víctima y nosotros, la compasión que sentimos por su sufrimiento se amplifica.
¿Qué significa esto en lo que hace a cultivar la compasión en la sociedad? Significa que la adhesión a máximas religiosas o filosóficas (meditación, plegaria o educación moral), aunque es valiosa y capaz de producir efectos, no es el único camino. La mayor compasión por el prójimo puede surgir, por ejemplo, de algo tan simple como alentarnos a pensar en él como habitué del mismo restaurante en lugar de como miembro de una etnia diferente. Aprender a recategorizar mentalmente a los demás teniendo en cuenta las cosas que tenemos en común generaría más empatía entre todos y promovería la armonía social sin demasiado esfuerzo.
© The New York Times, 2012. Traducción de Elisa Carnelli.
Como psicólogo social interesado en los sentimientos, hace mucho que me pregunto si esta comprensión espiritual de la compasión es también científicamente cierta. Desde el punto de vista empírico, ¿la experiencia de la compasión hacia una persona afecta nuestras acciones y actitudes hacia otras? De ser así, ¿hay medidas prácticas que podamos tomar para seguir cultivando ese sentimiento? Hace poco, mis colegas y yo llevamos a cabo experimentos que dieron una respuesta positiva a ambas preguntas.
En un experimento, publicado en el Journal of Experimental Social Psychology, reclutamos voluntarios para que tomaran parte en un estudio que en apariencia se refería a la relación de la capacidad matemática con la percepción del gusto pero que, en realidad, era un estudio de cómo la experiencia de la compasión afecta nuestro comportamiento.
A un participante real y a dos cómplices (que secretamente trabajaban para nosotros) se les dijo que tenían cuatro minutos para resolver tantos problemas matemáticos como pudieran de una lista de veinte y que recibirían 50 centavos por cada uno que resolvieran correctamente. La cantidad promedio de problemas resueltos fue de cuatro. Al terminarse el tiempo, el investigador se acercó a cada persona para preguntarle cuántos problemas había resuelto, pagarle la suma acordada y hacer que la persona introdujera su trabajo en una trituradora.
La situación estaba arreglada para que el investigador se quedara sin dinero antes de pagarle a la última persona, Dan, uno de los cómplices. Mientras el investigador iba a buscar más dinero, Dan introdujo su trabajo en la trituradora a la vista de todos. Cuando el investigador volvió, Dan le dijo que había completado los veinte problemas y que había destruido su trabajo para ahorrar tiempo. El investigador le pagó los 10 dólares que le correspondían. Pero era evidente para todos que Dan había hecho trampa. (También había una variante “de control” en la que Dan no hacía trampa.) Después, todos pasaron a la fase de “percepción del gusto”. En ella, los participantes preparaban muestras de sabores que debían probar los demás. A los participantes reales les tocaba preparar la muestra de Dan. Esta muestra les exigía verter una salsa muy picante en un pequeño vaso. Se les hizo creer que todo el contenido del vasito sería colocado en la boca de Dan. ¿Qué hicieron? Los que vieron a Dan hacer trampa pusieron más salsa picante en el vaso que los que no presenciaron la trampa. Actuaban deliberadamente para causarle dolor.
¿Pero qué hay de la compasión? En una tercera variante, Dan hacía trampa pero, antes de preparar las muestras de sabores, la otra cómplice, Hannah, comenzaba a sollozar. Hacía poco se había enterado de que su hermano tenía una enfermedad terminal, decía. Los participantes y Dan continuaban como antes, aunque con resultados muy diferentes: los participantes que habían visto a Dan hacer trampa no colocaron más salsa picante que los que no lo habían presenciado. Antes de preparar las muestras de sabores, también habíamos dado a los participantes un cuestionario sobre sus sentimientos de ese momento. El grado de compasión que sentían predecía directamente la cantidad de salsa picante de menos que sirvieron a Dan.
Al parecer, el Dalai Lama tiene razón: la experiencia de la compasión hacia un solo individuo moldea nuestras acciones para con los demás.
En otro estudio, publicado en la revista Emotion, realizamos un experimento que en apariencia buscaba estudiar la percepción de la música pero que, en realidad, investigaba cómo pueden aumentarse los sentimientos de compasión. Nuestro presentimiento era que es más fácil sentir compasión cuando uno tiene cosas en común con otra persona. Entonces agrupamos a los participantes en equipos de dos: un participante real y un cómplice. Primero, debían tocar sensores con las manos según los tonos que oían a través de auriculares. En algunos casos, los tonos los llevaban a tocar los sensores en sincronía; en otros casos, los tonos los llevaban a tocar los sensores de un modo descoordinado.
A continuación, hicimos que los participantes observaran cómo su compañero era engañado por otro cómplice, lo que determinaba que al compañero se le asignara erróneamente la tarea de completar una serie de complicados ejercicios con palabras. Cuando se retiraban, se les informaba que, si lo deseaban, podían ayudar a sus compañeros a completar el trabajo que se les había asignado. Los resultados fueron sorprendentes: el simple acto de tocar los sensores en sincronía con otra persona hacía que los participantes informaran tener sentimientos más parecidos a los de sus compañeros y más compasión por sus dificultades.
Lo que indican estos resultados es que la compasión que sentimos por los demás no es sólo función de lo que les ocurre: si nuestra mente traza una asociación entre una víctima y nosotros, la compasión que sentimos por su sufrimiento se amplifica.
¿Qué significa esto en lo que hace a cultivar la compasión en la sociedad? Significa que la adhesión a máximas religiosas o filosóficas (meditación, plegaria o educación moral), aunque es valiosa y capaz de producir efectos, no es el único camino. La mayor compasión por el prójimo puede surgir, por ejemplo, de algo tan simple como alentarnos a pensar en él como habitué del mismo restaurante en lugar de como miembro de una etnia diferente. Aprender a recategorizar mentalmente a los demás teniendo en cuenta las cosas que tenemos en común generaría más empatía entre todos y promovería la armonía social sin demasiado esfuerzo.
© The New York Times, 2012. Traducción de Elisa Carnelli.
lunes, 30 de julio de 2012
CAPTACION DE LA REALIDAD
Una máquina humana, para actuar, necesita saber lo que pasa en el medio en el
que se encuentra, para esto utiliza el mecanismo de comunicación. La
comunicación y la realidad están ligadas. Si no se puede saber que algo existe,
entonces no existe. Para saber que algo existe la única herramienta que se tiene
es la comunicación.
Si hay un cable de cobre el cuál está
aislado con plástico y es tocado por una máquina humana, la máquina humana no
puede saber si por él pasa corriente. Esto es debido a que la maquina humana no
puede detectar corriente eléctrica a través del plástico. Aun cuando hay
información que pasa del cable hacia fuera, a través del plástico la maquina
humana no puede detectarla. Por mientras, para la máquina humana, la realidad
puede ser que por el cable pasa o no corriente.
Si en el cable se conecta un foco y el
foco enciende y además la maquina humana capta que el foco encendió, entonces
para la maquina humana puede funcionar, como realidad, que por el cable pasa
corriente eléctrica.
En realidad no se puede saber de ninguna
manera si por el cable pasa corriente o no, todo serán siempre evidencias que
fortalecen una teoría, nunca un hecho hará concluyente que por el cable pase
corriente, ni siquiera si el cable es tocado por la máquina humana sin aislante
plástico podría asegurar que por este pasa o no corriente, podría pasar tan poca
corriente que no sea captado por la máquina humana o podría pasar una cantidad
que sea detectable, pero no sería seguro que lo que se detecta sea corriente ya
que también podría ser una vibración, por ejemplo que se sienta como corriente
eléctrica.
Debido a que, para la máquina humana, la
realidad es lo que funciona como tal, si se quiere saber si por el cable pasa
corriente y se tiene el cable conectado al foco y el foco prende. Al menos que
haya evidencia de que el foco haya prendido por otra causa, se toma como
realidad que por el cable pasa corriente eléctrica.
Si se tiene un punto del cual se desea tener información, la
información de este punto debe de entrar a un mecanismo, este mecanismo debe de
procesar dicha información y esta debe de llegar a la salida del mecanismo ya
procesada. La información que entró, que es la que se desea, no es la misma que
la que salió, que es la que se tiene, pero conociendo el mecanismo que la
procesó y la información que salió, se puede determinar cuál es la información
que entró desde un principio. La salida y el mecanismo es lo único que se
necesita para conocer la entrada de dicho mecanismo. Las partes del mecanismo se
conocen mediante otros mecanismo más sencillos o ya conocidos, una vez que se
tienen las partes del mecanismo se concluye con estos y con la variable de
entrada, cuál será la salida.
Se toma como realidad lo que funcione como
tal. Lo que no se contradiga en ninguna parte.
Por ejemplo, se está observando un objeto
desde un ángulo, que es un lugar en el espacio, y está flotando; esto es
evidencia que indica que la realidad es que el objeto está flotando. Después se
observa desde otro ángulo y se ve que está sostenido de algo, esto es evidencia
de que la realidad es que el objeto no está flotando, sino de que está
sostenido.
Si una persona ve un pedazo de papel de
color verde lo que tomará como realidad es lo que entró por sus sentidos, o sea,
que el papel es verde, pero eso no convierte en un hecho que el papel sea negro
¿Qué pasa si esa persona es daltónica y además lo sabe? Ya no confiaría tanto en
la información suministrada por su sentido de la vista. Si a esta persona, que
es daltónica, otra persona le dice que se ve otro color en lugar del verde, se
topa con información contradictoria y tendría que decidir cuál es la verdad. El
daltónico probablemente confiaría en la otra persona debido al conocimiento que
tiene el daltónico de su propio cuerpo. Ahora, el hecho de que la persona le
diga que se ve otro color tampoco convierte en un hecho que el papel sea de ese
otro color ya que esa otra persona podría ser simplemente un mentiroso.
La información suministrada por la persona
a la otra persona daltónica es simplemente una evidencia que fortalece a la
teoría de que el papel es de otro color, esa información no hace realidad el
hecho de que el papel es de otro color.
La realidad es que no se puede saber nunca
cuál es la realidad, nunca existirán pruebas suficientes que concluyan un hecho
como realidad.
Para saber cuál fue la información que
entró a una máquina a partir de la información que salió, se necesita entender
el funcionamiento del mecanismo que proceso a esa información. El funcionamiento
de ese mecanismo no se puede entender por completo por limitantes que tiene la
máquina humana.
Fragmento de publicacion del blog : Comportamiento Humano
LA MAQUINA HUMANA
Mecanismo de la máquina
humana
La forma en la que funciona el
mecanismo de la máquina humana es extremadamente sencilla.
La máquina humana utiliza
información para realizar su trabajo. Esta información son situaciones en las
que se encuentra, por ejemplo: luz, presión, calor, ruido… Una situación es toda
la información en la entrada del mecanismo de la máquina humana.
Dependiendo de la situación en
la que se encuentre la máquina humana es la reacción o información de salida que
tiene esta. La reacción de la máquina humana, a la situación en la que se
encuentre, depende de su mecanismo. El mecanismo de la máquina humana hace algo
parecido a identificar la situación en la que se encuentra la máquina humana y
ordenar una reacción dependiendo de dicha situación en la que se
encuentra.
Para que el
mecanismo de la máquina humana dé una orden sucede lo
siguiente:
Primero, Entra
información y la identifica como a una situación en específico.
Segundo, Ordena a la
máquina humana tener la reacción que corresponde a dicha situación.
Debido a lo anterior
se puede decir que el comportamiento de la máquina humana está controlado por la
situación en la que se encuentra esta. Es decir, dos máquinas humanas en la
misma situación actuarían igual. Esto parecería una afirmación falsa, pero es
debido a que dos máquinas humanas dificilmente se encontrarán en la misma
situación. Aunque estén en el mismo lugar, parte de la situación también será la
información que hay en sus cerebros y por esto, aunque estén en el mismo lugar,
su comportamiento es distinto porque no tienen el mismo cerebro. Es interesante
decir que no sólo toda máquina humana en la misma situación se comportaría
igual, sino también todo ser vivo, pero si el encontrarse en la misma situación,
para dos máquinas humanas, es muy poco probable, el que dos seres vivos de
diferente especie se encuentre en la misma situación se podría cosiderar
imposible.
Puede
haber una cantidad de información “X” en el ambiente, pero el mecanismo de la
máquina humana trabaja con menos. La cantidad de información con la que trabaja
el mecanismo de la máquina humana depende en parte de la capacidad de cada
máquina humana para captar esa información, nunca es capaz de captarla toda. La
situación es la información con la que está trabajando el mecanismo de la
máquina humana, no la información que hay en el ambiente en el que se encuentra
la máquina humana.
Un ejemplo del
funcionamiento del mecanismo de la máquina humana es el siguiente:
Los sentidos
detectan una temperatura elevada en una mano de la máquina humana. La situación
es la alta temperatura en la mano.
El mecanismo de la
máquina humana es algo así como una lista de reacciones relacionada con una
lista de situaciones. La tarea del mecanismo de la máquina humana es identificar
la situación en la que se encuentra para saber qué reacción le corresponde. Un
ejemplo de la lista de situaciones-reacciones es la siguiente:
<!--[if !supportLists]-->1.
<!--[endif]-->Picazón en la nariz-Estornudar
<!--[if !supportLists]-->2.
<!--[endif]-->Alta temperatura en la mano-Mover la mano
<!--[if !supportLists]-->3.
<!--[endif]-->Irritación en los ojos-Pestañar
<!--[if !supportLists]-->4.
<!--[endif]-->Objeto que viene hacia la cabeza- Mover la
cabeza
<!--[if !supportLists]-->5.
<!--[endif]-->Cansancio-Sentarse
<!--[if !supportLists]-->6.
<!--[endif]-->Sueño-Dormir
La situación, en
este caso, es la alta temperatura ubicada en la mano. La reacción que
corresponde a esta situación según esta lista es mover la mano.
La
acción que más conviene hacer, en este caso, es mover la mano. Probablemente, en
ese momento, existan más información entrando que, de estar sola, harían que el
mecanismo de la máquina humana tomara otra decisión como, por ejemplo:
estornudar. Esto porque la situación ya no sería la misma, tendría la
información a excepción de la alta temperatura en la mano, esto basta para que
la situación no sea la misma.
Probablemente, en la
situación de la alta temperatura en la mano y picazón en la nariz, no se pueda
reaccionar a la alta temperatura y a la picazón en la nariz al mismo tiempo. El
mecanismo de la máquina humana está diseñado de tal manera que la acción que se
ordena hacer primero es la más importante o sea la que dará más trascendencia y
posteriormente la que le sigue en importancia, esto si no se pueden realizar las
dos acciones al mismo tiempo.
Esto sucede de la
siguiente manera:
La situación que se
tiene al principio es una alta temperatura en la mano y picazón en la nariz, la
reacción que corresponde a esa situación es quitar la mano. Al quitar la mano la
situación cambia a solamente picazón en la nariz, situación a la cual le
corresponde la reacción de estornudar. Ahora si se tiene otra situación que
permita estornudar mientras se quita la mano, entonces eso se hará.
La
reacción de la máquina humana a una situación con mucha información se puede
comparar a un punto en donde se han amarrado varias cuerdas que están siendo
jaladas, cada una, hacia un sentido. El punto se moverá sólo en un sentido que
será el resultante de los sentidos de todas las cuerdas. La reacción que tiene
la máquina humana en este ejemplo, es el sentido hacia donde se mueve el punto y
el sentido hacia donde jala cada una de las cuerdas son cada una de las
reacciones que tiene la máquina humana a cada uno de los puntos de información
que componen la situación.
Publicacion de : Comportamiento humano
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